Rock Hudson como recuerdo del drama del sida (antes de que la PrEP fuera un aliado contra el VIH)

Temas: Libros, PrEP, VIH

Juan Villar fue un adolescente atormentado en los años 80 por el miedo a contagiarse del VIH, que entonces solo se llamaba S.I.D.A. –en mayúsculas y con puntos– para darle aún más fuerza al estigma de contagiarse. Recordemos que en esos años era letal, y mujeres como Diana de Gales ayudaron a romper barreras sociales y sanitarias. Las imágenes de un Rock Hudson casi agonizante le persiguieron a Juan Villar en sus pesadillas, y vivió en una atmósfera familiar asfixiante marcada por un luto perenne.

Ahora es un hombre feliz, un periodista y escritor de éxito, con una familia diseminada por América y un enorme reto profesional en ciernes. Él mismo nos lo cuenta con sus propias palabras. «Seguramente me conoceréis por las tertulias de la tele y, los que aún leen, por mis novelas, entrevistas y columnas de opinión”.

Ha decidido escribir sus memorias en primera persona, para contar ese miedo que de joven le perseguía, le oprimía y le impedía vivir: “Al principio dije que no, porque no me vi preparado para compartir unas vivencias que me desgarraron, sobre todo la historia de los hombres que no supieron amarme y a los que no logré querer. Ahora, que estoy a punto de dar un paso de gigante en mi carrera, he llegado a la conclusión de que es mejor que me cuente yo a que me cuenten los demás. Son también un regalo para mi madre, que sobrevivió a la muerte de un hijo, a un marido alcohólico y a otras tragedias que descubriréis más adelante”.

Por las páginas de estas memorias también desfilan sus vivencias con Shirley MacLaine, Gina Lollobrigida, Anthony Quinn, Terenci Moix, Carmina Ordóñez, Emir Kusturica, Kate Moss, María Teresa Campos, Rocío Dúrcal y Sara Montiel. Un cóctel de amistades y experiencias con celebrities que parece imposible por lo variopinto y surrealista.

Pero es que todo esto que hemos contado es posible porque estas memorias, en realidad, no son tales. Es el argumento de El fantasma de Rock Hudson (editorial MaLuma), la primera novela del periodista Juanra López, que tiene una larguísima historia de más de veinticinco años a sus espaldas: “Di mis
 primeros pasos en la prensa local para después dar el salto a
 TVE, donde conviví con el ya anacrónico Teletexto, con la
 crónica social y los sucesos. Me curtí en la revista Semana,
 donde fui responsable de su edición digital, di una vuelta de 
tuerca más al mundo de las celebrities en Vanitatis y he sido
 tertuliano televisivo en Antena 3 (Espejo público), TVE (La hora de la 1), Telecinco (Sálvame) y ETB (En Jake). Fui cronista de viajes a tiempo parcial, redactor de horóscopos, crítico de cine en revistas ya extintas; y El fantasma de Rock Hudson es mi primera novela”, nos dice cuando le pedimos que nos haga un resumen de su vida profesional.

«Desarrollé un pánico atroz a contraer ese virus, algo que acabó siendo casi patológico»

Para crear a Juan Villar, el protagonista de estas ‘memorias’, el autor buceó en sus propios recuerdos, pero huyó de la autoficción: «Mi vida no es tan interesante como la de Juan Villar y, por suerte, tampoco tan dura. Sí que parten del mismo sustrato, porque muchas de las emociones son comparadas y algunas vivencias las he trasladado al ámbito literario. Por supuesto, sin ceñirme a la realidad, porque no me siento legitimado para contar las vidas de quienes han pasado por la mía. Para respetar la cronología de las celebrities que van salpicando el relato era necesario que Juan Villar tuviera mi edad, además de ser fidedigno con esos personajes reales y lo que yo compartí con ellos. Eso sí, quise que el relato empezara y acabase antes de la pandemia del coronavirus, porque es una etapa que literariamente me habría resultado aburrida. Y con un virus ya había suficiente, no quería que una tragedia ensombreciera o restara importancia a la otra».

El otro personaje crucial es la madre del protagonista, una mujer que sigue un camino paralelo al de Juan Villar, desde las nieblas hasta la luz: «La literatura se puede tomar muchas licencias con respecto a la vida, la más significativa es el final feliz, congelar el tiempo en ese momento en el que todo va bien. Para crear el personaje de la madre tuve dos referentes, el de una mujer que conocí en mi infancia y Ana Obregón. La primera se quedó tan dañada por la muerte de un hijo, algo más joven que Áless Lequio, que vivió en un luto permanente, como un personaje de La casa de Bernarda Alba. La segunda, pese a su dolor, ha logrado encontrar alicientes para ponerse vestidos de flores e incluso para tener una nieta por gestación subrogada, algo que ignoraba cuando estaba escribiendo la novela».

El antagonista de Juan Villar es precisamente lo que simboliza el título de la novela: «Los homosexuales de mi generación descubrimos el VIH con la muerte de Rock Hudson, que tuvo la valentía de mostrarse cuando era un enfermo terminal y desvelar la verdadera causa de su muerte. Sus imágenes me impactaron mucho y, como las informaciones que nos llegaban en esa época eran muy contradictorias, desarrollé un pánico atroz a contraer ese virus, algo que acabó siendo casi patológico. Los antagonistas en realidad son tres, el miedo al contagio de ese virus, la homofobia y los armarios interiores, que también son muy castrantes«, nos dice.

Las influencias literarias y cinematográficas de Juanra López marcaron también el proceso de creación de esta novela: «Con Juan Villar comparto las lecturas, las filias y las fobias literarias, pero a la hora de escribir las influencias más fuertes fueron cinematográficas. Para crear las familias paterna y materna tuve muy presentes películas tan dispares como Surcos, de José Antonio Nieves Conde; Saeta del ruiseñor, protagonizada por Joselito; Plácido, de Berlanga; El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder; Te doy mis ojos, de Icíar Bollaín, y Amor, de Michael Haneke. También me vinieron a la mente rostros muy cinematográficos para construir los personajes. Por ejemplo, la madre está inspirada en Monica Bellucci, aunque tras la muerte de su hijo acaba pareciéndose a Lola Gaos, enjuta y consumida por su dolor. El padre tiene reminiscencias del que fuera marido de la actriz italiana, Vincent Cassel, ese tipo de hombres que son mucho menos guapos que sus mujeres, pero que conquistan por un atractivo intangible que es más seductor que el físico».

Otras cuestiones esenciales en El fantasma de Rock Hudson son la búsqueda y la necesidad de no perder de vista de dónde venimos y hacia dónde vamos: «En los últimos años, el VIH ha dejado de estar en la agenda de los medios, gracias, afortunadamente, a los tratamientos y a la irrupción la PrEP, pero eso no significa que el peligro haya desaparecido. Nunca olvidaré una entrevista en la que Gore Vidal, pocos años antes de morir, afirmaba que tenía la suerte de haber disfrutado de su sexualidad sin esta espada de Damocles y que se sentía un privilegiado por ello».

Y apostilla: «Rock Hudson no tuvo la misma fortuna y la novela también es un homenaje a él, que tan feliz me hizo con sus películas junto a Doris Day o la misma Gina Lollobrigida. De hecho, el final de la novela podría ser el de una de ellas».