El espejismo se va diluyendo cada vez más. El pasado lunes 10 de junio, el Vaticano publicó un documento en el que vuelve a la carga contra el colectivo LGTBI, en este caso contra la comunidad trans. Ahora, utilizando el argumento de lo que ellos definen como «ideología de género».
En un documento titulado Varón y mujer los creó –elaborado por la Congregación para la Educación Católica– argumentan que la «ideología de género» nació en el pasado siglo XX. Para ellos es una cosa que «tiene más que ver con una construcción social que con una realidad natural biológica», lo cual fomenta la perversa idea de que no nacemos homosexuales o heterosexuales, sino que ello tiene más que ver con las convenciones sociales, que pueden determinar que uno se incline hacia uno u otro lado.
Ello justificaría las tristemente famosas terapias de conversión que el Obispado de Alcalá de Henares impartía en su sede, y que la Conferencia Episcopal Española terminó, en cierta manera, justificando. Una vez más, la jerarquía eclesiástica vuelve a utilizar un lenguaje retorcido, perverso, para hablar de la sexualidad. Por ello hablan de «teoría de género». Sobre este tema aseguran que «en el sexo radican las notas características que constituyen a las personas como hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad. La diversidad y la complementariedad de los dos sexos, responde cumplidamente al diseño de Dios en la vocación enderezada a cada uno».
El Papa Francisco –que se ha convertido en todo un experto en dar declaraciones contradictorias y ambiguas sobre este tema, en el que no termina de implicarse nunca en profundidad– asegura que este asunto «busca imponerse como pensamiento único». Lo mismo un día suelta el célebre «quién soy yo para juzgar a un gay» o dice que «las personas que descartan a los homosexuales no tienen corazón humano», que termina defendiendo documentos como este o calificando como «cosas raras» cuando un niño descubre que es homosexual en su más tierna infancia. Los homosexuales y las personas LGTBI no pedimos ni compasión ni acogida, solo pedimos respeto y que cesen los insultos por parte de la Iglesia.
Para los autores del documento –según recoge la revista Vida Nueva–, «la desorientación antropológica, que caracteriza ampliamente el clima cultural de nuestro tiempo, ha ciertamente contribuido a desestructurar la familia, con la tendencia a cancelar las diferencias entre el hombre y la mujer, consideradas como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural». También según la citada publicación, el cardenal Vincenzo Zani –que ha firmado el documento con el que se pretende reflexionar sobre la cuestión de género– afirma que «corremos el riesgo de que se imponga en las escuelas un pensamiento único que no podemos aceptar».
Una vez más, resulta cuando menos curioso que hablen de «pensamiento único» y de «cuestiones que no podemos aceptar» en lo referente a identidad de género representantes de la Iglesia. Sin caer en la demagogia barata, es imposible no recordar que, día tras día, salen titulares de miembros de la institución por delitos de abusos sexuales que terminan en los tribunales.
Negando una realidad –o disfrazándola, como hacen ellos, con un lenguaje perverso para evitar abordarla– solo consiguen que muchos de sus miembros continúen cometiendo delitos. Y ahora que no pueden ser silenciados como antes –cuando el ‘castigo’ consistía en cambiarlos de diócesis o convento–, tendrán a muchos más de los suyos en la cárcel. Y lo que es aún más triste, habrá nuevas personas con sus vidas destrozadas por su culpa.
Esto no es demagogia barata, esto son hechos tristemente reales. Sin pervertir el lenguaje como hacen ellos.