No. No hablamos de El palomo cojo de Eduardo Mendicutti, nuestro amigo y colaborador. No. No es la historia en la que debutó en el cine Miguel Ángel Muñoz, que fue portada del Shangay Voyager del verano en el que descubrimos los secretos de Asturias. Estos ‘palomos’, #LosPalomos, no están nada cojos. Afortunadamente.
Dan muchos brincos, año tras año, en el fin de semana más divertido del agosto madrileño. #LosPalomos van, como en peregrinación, de todos los puntos del foro hacia las calles más castizas de La Latina para darlo todo en la antaño casposa Verbena de La Paloma. Días antes, muchos de estos mismos ‘palomos’ hacen lo propio en las calles de Lavapiés con motivo de las verbenas de San Cayetano y San Lorenzo.
Y es que Madrid es así, cosmopolita y castiza. Con ganas de fiesta. Ya lo profetizaron Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw en el pasacalles de Doña Francisquita al que puso música el catalán Amadeo Vives: “El pueblo de Madrid quiere siempre diversión, lo mismo en carnaval que en viernes de pasión”.
Madrid es, en verano, tierra de verbenas y fiestas. Siempre lo ha sido. Pero también es cierto que estas llevaban unos años de capa caída. Pero vino el Orgullo, llegó y venció, pues en los últimos veinte años, revolucionó el panorama. En julio viste Madrid de fiesta multicolor y es ya un no parar. Desde que el Orgullo se convirtió en lo que es, pasó a ser la gran fiesta de Madrid. De eso no hay duda. Con gran proyección internacional, esos días de finales de junio y principios de julio han calado tan hondo en la vida de la ciudad que todo el centro es una gran fiesta en la que, bajo la bandera de la diversidad, todo el mundo quiere pasarlo bien, como en Doña Francisquita.
Y sin etiquetas ni prejuicios. Y sin perjuicios, pues todo son beneficios. Y ese espíritu ha ido tomando las verbenas posteriores [San Antonio es la primera verbena de junio, que sirve para buscar novio entre los alfileres, pero aún no ha sido ‘contagiada’, pues todavía le falta esta ‘puesta a punto’. Todo se andará y seguro que en los próximos años ocurre lo mismo]. Los adoquines de la calle del Oso, en San Cayetano, son la mejor pasarela para las travestis que sacan los tacones para ponérselos con sus mantones de Manila: Madrid es castiza y cosmopolita, le pese a quien le pese.
Luego, tras este aperitivo, llegan los días grandes para #LosPalomos, que toman las calles de Calatrava, La Paloma y alrededores, como la del Mediodía Chica. Esos días sí que son una borrachera de mantones, chulapos y chulazos con parpusa. El paraíso.
Los litros de limoná corren en vasos de mini, mientras los más modernos se quitan la máscara y se entregan a las fiestas más castizas, en las que conviven a la perfección quienes la sienten desde el fervor religioso (esas calles son las más cercanas a la iglesia de La Paloma) con los que van a soltar toda su pluma y a mariconear a tope en lo que lleva años siendo conocido como El Orgullo Chico.
El pueblo de Madrid (es decir, todo aquel que viva en la ciudad) quiere siempre diversión. Cierto. Pero lo que realmente es verdad es que la capital se ha convertido en la ciudad más marica del mundo. O por ser políticamente correctos (aunque menos castizos), más LGTBI del mundo.
#LosPalomos es una nueva muestra de ello. ¡Quién iba a decir hace solo unos años que esto iba a ser así! Es para estar orgullosos. No lo fastidiemos. Disfrutemos de Madrid en cualquier momento del año. Somos un ejemplo para el mundo.