Al repasar los discos que hemos considerado los más destacados de cada mes en el último año para nuestro Top Shangay 2019, descubrimos que la gran mayoría están firmados por mujeres. No es de extrañar, porque han sido ellas las que han logrado –por fin– la visibilidad que merecen.
Desde que nació Shangay, hace ya 26 años, hemos tenido claro que las creadoras femeninas, por las que nunca ocultamos nuestra debilidad, merecen todo el respeto y apoyo. Porque en el universo pop –por acotar– no entendemos la música sin ellas. Jamás las hemos visto como meros accesorios, ni como artistas de segunda o cantantes florero.
“Ellas alzan cada vez más su voz para que el mundo sepa que su arte no puede ser juzgado en base a su género y/o su sexualidad”
En este universo patriarcal en que vivimos, en muchas ocasiones nos han empujado a creer que las artistas femeninas son meros escaparates del trabajo de otros –hombres siempre–, y resulta increíble que siga habiendo quien compra esa falacia. Ellas alzan cada vez más su voz, y no solo cuando cantan, para que el mundo sepa que su arte no puede ser juzgado en base a su género y/o su sexualidad. Lo que a nosotrxs nos parece una obviedad hay que recordarlo continuamente.
En nuestro repaso anual, que va de noviembre de 2018 a noviembre de este año, nos hemos querido detener en los discos que cada mes han merecido un lugar destacado en nuestra sección de crítica musical. ¿Qué llama la atención? Que solo un artista masculino ha logrado tan privilegiada posición. No es otro que James Blake, que con cada nuevo trabajo se reafirma en su visión, la del hombre que no tiene miedo a compartir su fragilidad, a evidenciar que hay otro tipo de masculinidad que nada tiene que ver con la tóxica.
Qué buena noticia que dos artistas veteranas como Mariah Carey y Madonna hayan firmado grandes discos, con los que corroboran que quienes las desprecian por su edad o su físico se lo deberían hacer mirar. También elogiamos la veteranía de La Prohibida, una artista travesti que con Ruido confirma que sigue yendo muy en serio con su música, aunque aún haya quien se limite a fijarse en sus pelucas. Ariana Grande y Charli XCX continúan en racha, con una discografía que impone respeto, y que han ampliado con discos si bien no redondos, sí muy estimulantes.
Entre los debuts que nos han llamado la atención –con estilos e intenciones variadas– están los de Lizzo, Mabel y The Japanese House. En el caso de esta última, como en el de Tove Lo, sí hay que señalar como relevante el hecho de que la homosexualidad de la británica y la bisexualidad de la sueca sean un ingrediente visible más de su estilo. Y FKA twigs ha firmado un segundo álbum deslumbrante y necesario en un año en que han sido ellas las que más nos han emocionado. Y en este resumen añadimos el último disco destacado del año, que no llegó a entrar en nuestro anuario, nada menos que de Tinashe. ¡Bravas!
MARIAH CAREY: "CAUTION"
Nunca ha sido la Carey una artista de ir con precaución por la vida. Con la perspectiva que dan casi tres décadas de trayectoria y este rotundo golpe en la mesa que supone Caution, hay que celebrar sus riesgos artísticos –que por fin parecen ser mayoritariamente reconocidos– y también los excesos cometidos con el divertido personaje público que se ha creado –y que, en ocasiones, amenazó con comerse a la artista–. En Caution, su decimoquinto álbum, ha prescindido casi por completo de florituras que pudieran desviar la atención de un trabajo solidísimo, uno de los mejores álbumes de su carrera. “Dijeron que no podríamos llegar lejos”, canta en la espléndida The Distance, y lo que de primeras puede parecer una simple canción de amor se puede leer perfectamente como un diálogo con sus fans, y un himno de autoafirmación en toda regla –solo ella puede conseguir que no chirríe leer juntos en los créditos de una misma canción a Skrillex, uno de los productores, y a Ty Dollar $ign–. Mariah ha refinado su fórmula de r’n’b-hip-pop que se nutre de referencias retro –de los 90– y de una atemporalidad solo al alcance de maestras en lo suyo como ella. Porque este es un disco de lo más elegante, incluso cuando Mariah lo arranca con ese GTFO que tanto juego a dado a nivel de memes, o cuando plantea un corte de mangas en toda regla en A No No, que merece ser el gran hit comercial del álbum, y en la que rinde merecido tributo a la pionera Lil’ Kim con ese afinado sampleo de Crush On You que utiliza como base. Y no solo juega en terreno conocido –con un único resbalón en la predecible With You–, también se la ha jugado en esa minisinfonía que ha parido junto a Blood Orange que es Giving Me Life; nunca la sutilidad le sentó tan bien. Frase aplicable a todo el álbum, por otro lado.
JAMES BLAKE: "ASSUME FORM"
Lo ha vuelto a hacer. Porque cada nuevo disco del británico es un viaje al centro de su mente y su corazón. Y no hay tantos artistas dispuestos a abrirse en canal y volcar toda su sensibilidad y sus inseguridades en sus discos, sobre todo si tienen un estatus como el de Blake. Porque mucha gente le escucha y le admira. Y con razón. Porque aún resulta más complicado escuchar voces masculinas que no tienen ningún problema en mostrarse frágiles, vulnerables, atormentados. Una de ellas es la de James Blake, que tras el oscurísimo The Colour In Anything aquí suena más esperanzado, más arropado. En parte, porque ha invitado a un buen número de artistas ilustres a acompañarle. Aunque ninguno le arrebata protagonismo, porque Assume Form sigue siendo un disco 100% James Blake. Y ojo, que no ha caído en un manierismo que podría haberle llevado a empezar a sonar como una caricatura de sí mismo. Porque mientras la emoción resulte auténtica, eso no es posible. Y mientras las canciones sean tan buenas como la que de la título al disco, y la abre, tampoco. Ponen la piel de gallina sus interpretaciones en esa o en Into The Red, donde despliega sobre una base entre atmosférica y folkie un falsete quebradizo que encadila. Sorprende que no esté tan a la altura Mile High, en donde colabora con Travis Scott, y que si resulta más radio-friendly que otras es porque tiene un punto más impersonal en su producción. Con Rosalía, Moses Sumney y André 3000 sí ha encontrado el punto perfecto para que el choque de personalidades dé pie a armónicos resultados. Más allá del género, de la raza, de la intención: lo que cuenta es la belleza que generan.
ARIANA GRANDE: "THANK U, NEXT"
Es de bien nacid@s ser agradecid@s. Ariana Grande ha sabido reconciliarse en un tiempo récord con un pasado tortuoso a través de la música, y como resultado ha lanzado el mejor disco de su corta carrera. Frente al positivismo del incomprendido Sweetener, en esta ocasión sirve un álbum confesional que resulta ser el más compacto de los que ha firmado –o mejor, cantado– hasta ahora. Imagine instala en su apertura el tono sombrío que sobrevuela todo el disco que, como el precedente, ya no es una heterogénea colección de bops, sino un trabajo con una coherencia artística que nos confirma que aquí hay algo más que una voz privilegiada. Las piruetas vocales están mucho más dosificadas y el tono general no da para sobresaltos. Únicamente para desahogos ocasionales vía coqueteos jamaicanos como la imprescindible Bloodline –será una de las canciones, ¿verdad?– y inmersiones soft-traperas como las de sus dos últimos singles, 7 Rings y Break Up With Your Boyfriend, I’m Bored. Como le ocurrió a su referente Mariah Carey, Grande ha encontrado en el pop teñido de r’n’b –y, ocasionalmente, hip-hop– el vehículo expresivo perfecto. Y el dolor propiciado por sus recientes experiencias personales permite a Grande superarse como intérprete en Needy o Ghostin. También descubrimos cómo ha perfeccionado su flow en In My Head, una nueva vía expresiva en la que el susurro contenido se impone al gorgorito, y todos salimos ganando. Como en Sweetener, ha traicionado la inmediatez por la coherencia sentida, y así logra que Thank You, Next se confirme como una más que fluida transición hacia una consagración que no por esperada es menos dulce.
THE JAPANESE HOUSE: "GOOD AT FALLING"
Impresiona la belleza del primer álbum de la británica Amber Bain, que se abre en canal en un emocionante diario en clave tecnopop –en ocasiones teñido de trip-hop, otras, reforzado con bases de inspiración hiphopera– en el que radiografía su relación con la también cantante Marika Hackman, con la que rompió hace un año. De la explosión del inicio de su amor al final del mismo, nos invita a un viaje en donde la sinceridad es su principal aliada. Arranca con un Went To Meet Her (Intro) que nos transporta casi al Frozen de Madonna… o a los inicios en solitario de Sarah Nixey. La deliciosa Maybe You’re The Reason, una irresistible oda al limbo de las enamoradas, puede recordarte a Haim, o incluso a la principal inspiración de aquellas, Fleetwod Mac. Pero la felicidad dura poco, llega We Talk All The Time, que bajo su amable producción esconde una confesión terrorífica: “We don’t fuck anymore/But we talk all the time so it’s fine”. Si en cortes como Wild da mayor protagonismo expresivo a glitchs y otras miniaturas electrónicas, no da opción al acomodo del oyente, al que vuelve a sorprender en canciones como You Seemed So Happy, una de las cumbres del disco. Aquí exprime al máximo la capacidad expresiva de las múltiples capas vocales que utiliza –una de sus señas de identidad como intérprete en el álbum– sobre luminosos arreglos acústicos; el contraste entre su amarga reflexión en la letra y la música que la acompaña da pie a una emoción incontenible. No estamos tan acostumbrados, desgraciadamente, a declaraciones de amor lésbico en clave electropopera tan bellas como Follow My Girl, y por eso es igualmente bienvenida. Como ocurre con Faraway, con ecos de las Wendy & Lisa de The Revolution. Orgullo LGTBI a tope, sin duda.
LIZZO: "CUZ I LOVE YOU"
En el caso de Lizzo, el tamaño importa. ¡Y cuánto! En su tercer álbum, el que marca su salto al mainstream, ha decidido darlo todo siguiendo la máxima del ‘bigger, better, faster’. Y se ha marcado un álbum bombástico, recargado, hiperbólico, marcando curvas con orgullo en su portada y dispuesta a todo con tal de que su mensaje llegue. Y vaya si lo hace, solo que a veces agota de lo intensa que resulta la escucha de principio a fin. Predomina un fuerte espíritu retro a lo largo y ancho de Cuz I Love You, y pasa de los 70 (el tema que da título al álbum te puede recordar a algunos de los mejores momentos de Macy Gray) a los 80 (qué maravilla la funky Juice) y, cuando hace falta, a los 00 (como en Tempo, sin duda uno de los momentos más brillantes, junto a la gran Missy Elliott, la artista que más destaca como defensora de la diferencia en el hip-hop en las últimas décadas). Cierto es que el álbum arranca como una apisonadora, pero hay tanto que asimilar que el oyente corre el peligro de salir huyendo abrumado. Sería una pena, porque su visión del girl power, de la necesaria autoaceptación y del empoderamiento, sexual y emocional, a toda costa es muy necesaria. Hay que ir dándole su oportunidad a canciones como Exactly How I Feel, junto a Gucci Mane –con un punto a las primeras producciones de The Neptunes para Kelis– o Crybaby, que parece que hubiese sido grabada a mediados de los 90 y que la hubiese producido el Prince –recordemos que él le dio su primera gran oportunidad– de la era de The Gold Experience. Aunque si hay una canción que merece ser single cuanto antes, es Soulmate, de las pocas cuya producción suena radicalmente actual, y en la que mejor plasma su mensaje, que viene a ser “todas somos reinas”, como dirían King Jedet y Ms Nina. Ahora que ya ha captado nuestra atención del todo, a pulir aristas, y seguro que más adelante nos ofrecerá obras más grandes, en todos los sentidos.
LA PROHIBIDA: "RUIDO"
Se merece hacer mucho ruido este disco de La Prohibida, el de su consagración absoluta como una de las grandes estrellas del tecno-pop patrio de la década. con Ruido consolida definitivamente su estilo, y lo hace además con la colección más sólida de canciones que nos ha regalado hasta la fecha. Su apuesta por los viajes espaciales, los paisajes volcánicos, el brutalismo y la inesperada combinación de rosas y grises da como resultado un crisol poético de lo más sugerente, revestido de tecno-pop ochentero e italodisco. Perfectamente escudada por sus colaboradores habituales, evoca atmósferas de otro tiempo que a la vez resultan absolutamente contemporáneas. De su colaboración con el añorado Fran Loud surgen dos de los grandes momentos del álbum, Galaxia desierta y Cemento y hormigón, que abren y cierran Ruido por todo lo alto. Y hay que hablar de los referentes obvios que pululan por el disco, y que también le dan empaque. Imposible no pensar en Dead or Alive producidos por Stock Aitken & Waterman en Schleswig-holstein, en el Giorgio Moroder de la era Flashdance en Rosa, en Mecano en La tristeza de ser electrón y, faltaría más, en Fangoria al escuchar Basura espacial. Aun así, Ruido es 100% Prohibida, y 100% recomendable.
MADONNA: "MADAME X"
La artista parecía demasiado acomodada en su trono de reina del pop, y ha tenido que salir de viaje para volver a recuperar la chispa creativa y su propia voz, que cuanto más tratada en los temas de Madame X, mejor suena, por contradictorio que pueda parecer. Igual que el vocoder salvó a la reina madre Cher, el autotune hace lo propio con Madonna. Que propone una original y algo desquiciada visión de la world music en su decimocuarto álbum de estudio. Ay, la originalidad, que no está todo lo valorada que debería hoy día en el pop. Y haberse liberado de las ataduras pop que arruinaron los desastrosos MDNA y Rebel Heart le ha dado nuevas alas a la artista. “We need to wake up”, repite una y otra vez en la sección discotequera de God Control, una suite en toda regla, donde sí incluye un guiño a su legado para las pistas, que es enorme. Sin duda, destaca poderosamente en un álbum zigzagueante en el que Madame X demuestra no estar especialmente interesada en reventar dance floors como antes. Aunque los fans celebrarán, sin duda, que I Don’t Search I Find y, sobre todo, Faz Gostoso (junto a Anitta) lo logren. Madonna propone un viaje sensorial fascinante, que hay que celebrar porque en él transmite que su pasión por el pop no se ha debilitado, solo ha mutado.
MABEL: "HIGH EXPECTATIONS"
Con esos genes (es hija de Neneh Cherry y el productor Cameron McVey) solo podíamos esperar cosas buenas de Mabel. Que nos ha ido anticipando lo que podía dar de sí con tres singles impecables, Don’t Call Me Up, Mad Love y Bad Behaviour. Su mixtape Ivy To Roses era un más que prometedor debut, que ahora confirma su primer álbum, cuyo título deja claro lo que se siente hacia ella: las expectativas eran enormes. Lo bueno es que no decepciona, todo lo contrario Y eso que ha arriesgado, con un disco de una hora, interludios y bonus tracks incluidos. Se nota que su discográfica apuesta fuerte por ella, y mientras Dua Lipa no contraataque, Mabel lo tiene todo para tomarle el relevo como debutante de lujo con este High Expectations que consigue lo más complicado, mantener un nivel alto durante esa hora en que te acompaña. Ojo, que llega muy bien arropada, por coautores como Jimmy Napes y productores como Snakehips (qué buena es We Don’t Say, algo así como el reverso british de All The Stars de Kendrick Lamar y SZA), MNEK (OK, lo más parecido a trip hop millennial, es impecable) o Fraser T Smith (Selfish Love es una de tantas muestras de lo bien que se le da a Mabel el pop sugestivo teñido de una onda tropical). Expectativa cumplida.
CHARLI XCX: "CHARLI"
Lo que Madonna fue para una generación o dos, lo es Charli para la millennial y la que no lo es tanto. Es una diva visionaria, cibernética, inquieta y autosuficiente que a estas alturas poco tiene que demostrar. Aunque lo hace, porque con este tercer álbum –entre el irregular Sucker (2013) publicó brillantes mixtapes, Number 1 Angel y Pop 2– confirma que su visión del pop, más que futurista, representa la del presente más inmediato. Pocas artistas, compositoras y productoras tienen su capacidad de networking, y aquí lo vuelve a demostrar sobradamente. Lo más destacable es que ningún colaborador le hace sombra. Más bien, se introducen en su universo y se abandonan a su manera de concebir el pop, casi siempre eufórica. Charli es un álbum sin filtros, que respira libertad, pero también irregularidad (Silver Cross es una canción que ya ha hecho muchas veces). Las chispas de genio son inmensas en la enérgica Click, y sus colaboraciones con Troye Sivan y Christine and The Queens, las más sugerentes, con diferencia. Y como no puede parar de descolocar, incluye cortes de ruptura como la balada ochentera I Don’t Wanna Know o White Mercedes, medio tiempo en el que demuestra que podría jugar al juego mainstream si quisiera con armas tradicionales.
TOVE LO: "SUNSHINE KITTY"
Resulta complicado comprender por qué a estas alturas no es lo reconocida a nivel popular que debería. O quizá no: su propuesta no es tan similar a la de estrellas suecas como Zara Larsson. Y su físico no es del todo normativo, si comparamos con la media de cantantes destinadas a los puestos altos de las listas. Tampoco las temáticas que la inspiran, muy personales y hasta cierto punto transgresoras. En álbumes anteriores ha demostrado no tener tapujos a la hora de hablar de sexo, y en este hace lo propio a la hora de abordar sus relaciones de pareja. Como cabía esperar, no tiene problema a la hora de hablar de ocasiones en las que se ha sentido atraída por otra mujer (Bad as The Boys). A su favor, que incluso cuando habla de amores de adolescencia lo hace desde una contención admirable; quizá por eso en este trabajo ofrece los estribillos menos inmediatos de su carrera. El predominio de los medios tiempos le da un tono agridulce al álbum; solo así se explica que su colaboración con Kylie Minogue se aleje tanto de lo que habríamos esperado (aun así, Really Don’t Like U es una de las canciones pop del año). Cuando pone el ojo en la pista nos da una de cal (la sensual Are U Gonna Tell Her, junto a MC Zaac) y otra de arena (la previsible Jacques, junto a Jax Jones).
FKA TWIGS: "MAGDALENE"
Discazo. Sin concesiones, doliente, confesional, en él FKA twigs vuelve tras un periodo complicado por problemas de salud, y lo hace vulnerable. Tanto que cada sonido, cada giro vocal –más o menos tratado– y cada atrevimiento descolocan. Es una mujer redimida, como esa Mary Magdalene que juega un papel fundamental como inspiración en un álbum oscuro, sí, pero lo suficientemente breve como para no apabullar en este viaje a lo más profundo de la británica. Thousand Eyes, producida por Nicolás Jaar –uno de sus principales colaboradores en este proyecto–, lo abre con ecos de Cocteau Twins. En Home With You destacan poderosamente sus juegos vocales, potenciados al máximo en uno de los cortes más intensos y emotivos del álbum. Sad Day es su ‘momento’ Kate Bush en Magdalene, y, como en el resto de canciones, llama la atención el número de colaboradores de renombre: Koreless, Hudson, Benny Blanco, Skrillez, Cashmere Cat…, todos al servicio de una artista moldeable, siempre imprevisible, única. Que brilla igualmente cuando abandona la distorsión electrónica y se adentra en el hip-hop abstracto (Holy Terrain). Magdalene supone su exorcismo sanador, que en temas como Fallen Alien y Cellophane alcanza momentos de una intensidad cumbre.
TINASHE: "SONGS FOR YOU"
Qué bien le sienta a ciertos/as artistas deshacerse del yugo de las multinacionales, que intentan moldearlos/as de una manera que les oprime y desdibuja. Tinashe es un buen ejemplo, que en el momento en que se ha emancipado ha vuelto a brillar como solo había demostrado en sus inicios. Su anterior álbum, Joyride, era un trabajo desganado y desdibujado que nos había hecho perder la fe en ella. Pues fe recuperada con Songs For You, el primer álbum que lanza de manera independiente, su mejor trabajo hasta la fecha. Las referencias son evidentes: ha sabido absorber lo mejor de dos grandes, Aaliyah y Janet Jackson, e incorporarlo a su estilo. Con el título queda claro que este disco es un regalo a los seguidores fieles, y con su primera canción, Feelings, evidencia que aquí priman los sentimientos sobre las tendencias. Tinashe ahonda en las texturas más oscuras y sugerentes del r’n’b, aunque deja hueco para momentos luminosos como la disco-funky Save Room For Us, una de sus cumbres, de enorme potencial comercial. Predominan los momentos que invitan al baile sinuoso, como Hopscotch y Die a Little Bit. Y hacia el final nos encontramos con otras dos joyas, de título parecido aunque intenciones distintas, la intimista Know Better y la sensual So Much Better. Mejor, imposible