Adiós a todo un icono pop: nadie supo (ni pudo) poner puertas a La Campos

Muere María Teresa Campos, un referente del periodismo y la televisión, que se convirtió, le pese a quien le pese, en un icono pop.

María Teresa Campos
María Teresa Campos
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

4 septiembre, 2023
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No por esperada esta noticia deja de ser un shock. Al menos para mí. María Teresa Campos, La Campos, forma parte de nuestra vida. En mi caso, además, de manera muy cercana. Fueron muchos años con ella, en los que pude comprobar en primera persona una verdad absoluta: si no se pueden poner puertas al campo, mucho menos a La Campos.

Mujer indomable, rebelde, atrevida, de carácter, rompedora, pionera… Y también frágil y muy generosa en todos los sentidos. Con un punto de soberbia, sin duda, muy necesario por otro lado para sobrevivir en un mundo de hombres en el que las mujeres tenían, entonces y posiblemente también ahora, un falso poder. Pero, y bajo ese escudo de prepotencia, una mujer buena. Y sobre todo, un referente de la cultura popular, tanto que se convirtió en un icono pop. En una estrella televisiva que hizo de su capa un sayo para poder hacer lo que realmente le dio la gana. Por eso fue imposible poner puertas a La Campos. Por más que lo intentaron.

No es para mí fácil escribir estas líneas. Fueron muchos años los que viví cerca de ella. Cerca del ‘clan Campos’. Algunos, no demasiados, currando en su equipo. Los más, en el otro lado del río: informando sobre ella. Pero haciéndolo de una manera diferente al resto de los personajes que he tratado. Fueron muchos años viviendo, por decirlo de una manera directa, con la Campos para contar, precisamente, su vida y milagros.

María Teresa Campos y Nacho Fresno en Nueva York en 2001

Con La Campos en un viaje a Nueva York en agosto de 2001 en el River Cafe, justo un mes antes del atentado contra las Torres Gemelas.

Por eso sé lo que hay bajo esa capa de mujer poderosa que no empoderada, como ahora dicen los afectados del lenguaje oficial. Saldrán muchos artículos estos días hablando de su empoderamiento y su resiliencia, otra palabra que por uso desmedido ha quedado vacía de contenido. Pero es que ella no era ni empoderada ni resiliente. Ella fue una mujer luchadora que, a base de trabajo y renuncias, consiguió llegar al estrellato televisivo y llevar el ascua a su sardina –en este caso, espeto, que era muy de su querida Málaga– para hacer lo que le dio la gana, lo que le salió del moño, bajo el formato de magazín televisivo convencional, sin que nadie se diese cuenta.

Y ahí fue donde rompió moldes e introdujo, por primera vez, la tertulia política en un mundo de ‘rociítos’ de ‘grandes hermanos’ y del corazoneo cutre que le tocó lidiar. Un mundo en el que presidentes de Gobierno y líderes de la oposición tenían que estar si querían ser. Y un mundo en el que nunca faltaron las grandes estrellas del espectáculo nacional, muchas de ellas olvidadas, que Teresa recuperó y a las que dio la dignidad que se merecían.

Y en medio de todo ese poliédrico magazín, que ahora los cursis del lenguaje imperante llamarán transversal, su familia. Su familia de sangre, Terelu, de una manera pública, y Carmen Borrego, entonces tras las cámaras antes de dar el salto a la fama.

María Teresa Campos

La mítica periodista en el el plató de Telecinco, donde más éxitos consiguió.

Pero, también, su familia de la vida y televisiva, que era tan amplia que iba desde Rocío Carrasco, entonces Rociíto, hasta Lara Dibildos, pasando por Paloma Gómez Borrero (la entonces olvidada voz televisiva del Papa en la tele española), Chari Gómez Miranda (madre de la hoy súper famosa Belén Rodríguez), el recordado Paco Valladares…  O el siempre anónimo, su queridísimo Rafa Lorenzo, mucho más que su mano derecha en el periodismo y la vida. Una familia muy amplia que la convirtió en una especie de Bernarda Alba del nuevo milenio.

Quizá todo ello, unido a ese reality que tanto daño hizo a su imagen, pero que con el tiempo se convertirá en un programa de culto, haga que muchos pierdan la perspectiva de la importancia que tiene, en presente, María Teresa Campos. Una mujer valiente, divertida y muy generosa. Igual ese último adjetivo calificativo haya sido, en verdad, su peor enemigo. Porque cuando se es poderoso y generoso se corre el riesgo de que sean muchas las moscas, o los moscones, que acudan al panal de rica miel. Sobre todo cuando bajo ese poder se esconde una mujer frágil –no es contradictorio ser valiente y frágil– que, más que poder, lo que ansiaba era el reconocimiento de ser mujer y haber llegado tan lejos. Aquí no voy a dar nombres, que haberlos, como las meigas, haylos. Y muchos.

Como todo icono pop, La Campos fue un fenómeno de masas. Tanto que un amigo me confesó una vez que tenía que llevar a un conocido personaje al ya icónico ¡Qué tiempo tan feliz! porque tenía que levantar la taquilla: «Es llevar a alguien a La Campos y empezar a vender entradas», me dijo. Y así fue.

Como todo icono pop, La Campos es, ahora en presente, una estrella. Y como todo icono pop, La Campos, sigo en presente, tiene detractores y seguidores. Pero, como todo icono pop, La Campos es una figura indiscutible en la vida de nuestro país en este cambio de siglo y de milenio que le tocó vivir.

Su vida fue pública y digna de la de una folclórica de esas que ella tanto admiraba. Sus problemas, sus relaciones amorosas, personales, familiares estaban en las portadas de las revistas. ¡Su noviazgo con Bigote Arrocet! Su salida al balcón del Hotel Larios (en ese establecimiento deberían poner a una planta su nombre) competía con la salida de los Grimaldi al balcón del palacio de Mónaco. Ella en una ventana con Terelu, Carmen y una entonces niña Alejandra Rubio. Al lado, Antonio Banderas y Melanie Griffith.

Quienes la conocimos bien, desde dentro, sabemos cómo era. Quienes la conocimos bien podemos –al menos yo lo digo sin el menor miedo a equivocarme– decir que La Campos fue una mujer irrepetible que deja una huella profunda y muy importante. No solo en Mediaset, donde reinó en Telecinco. Y sobre todo, sabemos que nadie pudo poner puertas a La Campos. Por más que lo intentaron.

 

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