Samuel Mariño lleva su activismo barroco (y LGTBI) al Auditorio Nacional de Música

El CNDM rompe moldes –una vez más– con este concierto con el soprano venezolano como protagonista. Y lo hace dentro del prestigioso ciclo 'Universo Barroco'. La polémica está servida...

El sopranista Samuel Mariño, que se define como 'male soprano', debutó en el Auditorio Nacional. Foto: Rafa Martín.
El sopranista Samuel Mariño, que se define como 'male soprano', debutó en el Auditorio Nacional. Foto: Rafa Martín.
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

25 febrero, 2024
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Él se define como ‘male soprano’, por lo que deberíamos referirnos a Samuel Mariño como ‘el’ soprano, en masculino, aunque el nombre ‘oficial’ de su tesitura sea el de sopranista. Estamos hablando de un registro no demasiado frecuente en el mundo de la ópera, que corre el riesgo de ser confundido con el de contratenor, cuando son dos universos completamente diferentes.

El destino quiso que coincidieran dos días consecutivos en el Auditorio Nacional Orliński, que vino a dar un recital centrado en canción polaca, y Samuel Mariño, por lo que las comparaciones, más que odiosas, fueron, en realidad, de lo más interesantes. El primero, además de querer dar a conocer preciosas canciones de su país, regaló a sus fans sus grandes hits del Barroco. El segundo centró todo su espectáculo en este repertorio. Y ambos nos cantaron su versión –como no podía ser de otra manera– de Vedrò con mio diletto, el aria da capo de Vivaldi que forma parte del repertorio de todos los súper ‘contratenores-stars’ del momento.

Samuel Mariño sopranista CNDM Auditorio Nacional

Samuel Mariño, junto con la orquesta Concerto de’ Cavalieri, en un momento del concierto del CNDM en el Auditorio Nacional de Música. Foto: Rafa Martín

Resulta muy interesante la comparativa de estos dos conciertos consecutivos porque son dos tipos de voz completamente diferentes para un mismo repertorio, por dos cantantes también muy diferentes entre sí, aunque ambos tengan el denominador común de hacer un espectáculo alejado de los habituales conciertos encorsetados de la ‘música culta’. Más en la línea de un show participativo que en la de un recital en donde el público está como en misa. Por ello son muchos los que los califican como productos de marketing, como si esto estuviera necesariamente reñido con la calidad. Si en el siglo XVIII hubiera existido ese termino, ¿habría sido Farinelli un producto de marketing barroco?

Si Orliński se divierte con el público, en el caso de Samuel Mariño el espectáculo va más allá. No solo hace, como el cantante polaco, activismo de un Barroco más participativo, sino que lo lleva al terreno de la visibilidad LGTBIQ+ al denunciar continuamente en todas las entrevistas el bullying que sufrió desde pequeño por ser un niño con voz de mujer soprano y sin nuez en la garganta. La ópera fue su salvación; gracias al apoyo de su madre pudo salir de esa represiva sociedad de Venezuela, y ahora en todos sus conciertos hace proselitismo de su estética, a medio camino entre el mundo drag y el exceso del Barroco, subido siempre a sus altos tacones. En esta ocasión, con dos lookazos radicalmente diferentes entre sí: uno plateado con aires galácticos y el otro en plan country leatherona.

Y la ópera que lo salvó fue la que hizo que se subiera, con sus tacones, al escenario del prestigioso ciclo Universo Barroco del CNDM. De la mano de la orquesta de cámara Concerto de’ Cavalieri, bajo la batuta de Marcello Di Lisa, arrancó con la ópera Griselda, de Vivaldi, con el aria Agitata da due venti. Ahí ya conquistó a parte de la sala, que terminó ovacionándolo en pie cuando cerró el programa oficial con otra aria de la ópera Bajazet, también de Vivaldi. Insisto en lo de parte de la sala porque hay quienes consideran que este tipo de voz de sopranista –o de male soprano– no debería estar en un ciclo ‘serio’ de música barroca como el que nos ocupa. Estaban en la sala, pero el abrumador éxito entre sus seguidores fue el regalo que se llevó a casa este joven cantante caraqueño, que tiene una más que prometedora carrera por delante.

En esta apuesta es donde radica también la valentía del CNDM al programar conciertos así. No solo hay que apostar por renovar al público, sino también por convertir al Auditorio Nacional de Música en un escenario para mostrar lo que se está cociendo por el mundo musical a todos los niveles. La programación del Centro Nacional de Difusión Musical (¿la más ambiciosa y completa de España?) es la mejor prueba de ello, pero incluir a fenómenos como Mariño en un ciclo tan marcado como el Universo Barroco es algo digno de alabar.

Hay un sector del público, y de la crítica, que considera que este tipo de fenómenos se enmarca más en el mundo del frikismo que en el de la música con mayúscula. Muchas de las cosas que pudimos escuchar a Mariño en el los dos vivaldis que abrieron y cerraron el programa hacen pensar lo contrario. Escuchar cómo cantó Vanne pentita a piangere (Il trionfo dell’inonocenza, de Caldara), Caldo sangue (Caldara), el aria de Silvia (de La Silvia, Vivaldi) o, en las propinas, Lascia la spina (Händel) deberían desterrar esta idea del friki que viene a remover los cimientos del Barroco convencional.

Una voz diferente, una forma de cantar este repertorio también diferente, en un artista diferente que ofreció un magnifico show en el que la mayoría disfrutamos muchísimo. Pero está claro que en este país cada vez se respeta menos lo que opinan las mayorías por parte de las minorías, que no quieren perder sus puestos de mando. ¡Bravo al CNDM por arriesgar y bravo a Samuel Mariño por su doble activismo!

[Aviso importante para curiosos: el 20 de marzo vuelve. Esta vez, a los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid, con obras de Händel, Vivaldi, Scarlatti, Hasse, Biber, Gluck y con la Orchestre de L’Opéra Royal de Versailles.]

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