Es una de las tres patas directivas sobre las que se sustenta el Teatro Real. El triángulo Gregorio Marañón, presidente, Ignacio García-Belenguer, director general, y Joan Matabosch, director artístico, se ha revelado como un éxito. Y parece que tiene visos de continuidad. Quedamos con Ignacio García-Belenguer para que nos hable de un aspecto del coliseo que, quizá, es el menos conocido: el económico.
El Teatro Real tiene un sistema de financiación mixto que lO aleja del estadounidense, en que el dinero de los patrocinadores es básico para complementar a la taquilla, y del europeo, en gran medida centrado solo en la financiación pública a través de las subvenciones culturales. En Madrid funciona muy bien uno que está a medio camino entre los dos. Al igual que el modo de programar de Joan Matabosch, también un cruce entre un teatro ‘de stagione‘, con una serie de títulos en cada temporada, y uno de repertorio, con una función diferente cada día.
«Es bueno tener éxito, pero acompañado de objetivos a largo plazo y una ruta clara y coherente»
Con esas diferencias, y con el pico-pala de cada día durante muchos años del impresionante equipo que hay entre esas paredes, el Real ha convertido a Madrid en una de las principales plazas líricas mundiales. El espaldarazo definitivo llegó cuando fue la primera sala del mundo en abrir tras la pandemia con una Traviata de leyenda. Y así estuvo durante meses. Unos meses en los que todos los artistas que estaban en su casa sin trabajo miraban c0n deseo, y cierta envidia, a nuestro escenario.
Hoy, con la actividad normalizada desde hace varios años, y las temporadas puestas al día tras el caos de las muchas cancelaciones de la pandemia y la postpandemia, este escenario sigue adelante en su empeño de excelencia. Y no solo con retos artísticos, como, por ejemplo, el de ser el primera institución declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en tener el Certificado de Ahorro Energético (CAEs) gracias a la cubierta fotovoltaica instalada en su techo que ha hecho que, de nuevo, todos los teatros del mundo vuelvan a poner sus ojos en Madrid.

Ignacio García-Belenguer, en una de las salas de ensayo del Teatro Real. Foto: Javier del Real.
Ignacio García-Belenguer queda con Shangay y nos cuenta todo esto, pero también nos revela mucho más de ese lado más desconocido del Teatro Real en esta entrevista hecha en plenas funciones de La traviata, que cerró una temporada que se ha saldado con gran éxito, y a las puertas de volver a levantar el telón el 19 de septiembre con Otello. Entre Verdi y Verdi, los secretos del Real…
SHANGAY ⇒ Director General de Teatro Real desde 2012, y parece que esta fructífera relación va para largo…
IGNACIO GARCÍA-BELENGUER ⇒ El Patronato del Teatro Real, a propuesta del presidente, Gregorio Marañón, nos ratificó en nuestro puesto al director artístico, Joan Matabosch, y a mí el pasado mes de diciembre por otros cinco años. Es un trabajo apasionante desde que lo acepté hace trece años, y cambiante en cada época, porque el Teatro Real, como todos los grandes coliseos, vive muy conectado a la sociedad civil, con la que tiene su principal compromiso de existencia. Antes de la pandemia, las cosas eran de una forma, en la pandemia, de otra muy distinta, ydespués, radicalmente diferente a lo que conocíamos, al igual que la propia sociedad. La capacidad de adaptación del teatro entero, con todos sus trabajadores, sus cuerpos estables –Orquesta y Coro titulares–, los artistas, los patrocinadores, el propio público, es lo que nos ha puesto en una senda de relevancia y excelencia en la que queremos continuar en el futuro.
«El espectador se merece en cada ocasión la mejor de las experiencias y en eso nos empeñamos cada día»
SHANGAY ⇒ En estos años, el Real se ha consolidado no solo como el principal teatro de ópera de España, sino también del mundo, algo que parecía impensable que consiguiera un coliseo de nuestro país. ¿Ha recuperado el lugar internacional que ocupó en su primera etapa, a finales del siglo XIX, cuando quienes marcaban el pulso de la ópera mundial tenían a Madrid como plaza fija?
IGNACIO GARCÍA-BELENGUER ⇒ Uno de los objetivos estratégicos del teatro hasta 2030 es justamente el de su internacionalización entendida más allá de la capacidad de girar o coproducir con los mejores teatros del mundo. Se trata de llevar a cabo un trabajo de diplomacia cultural; se trata de entender que no estamos solos y que todo lo que hacemos es observado como una manifestación de la cultura española, por eso hemos puesto tanto empeño en ser, me atrevería a decir, los principales embajadores en este momento del flamenco. Once giras, más de 300.000 espectadores en Estados Unidos, Canadá, México, Brasil, Australia, Japón, China, Corea, Francia, Bélgica, Suiza, Países Bajos, Italia, Alemania o Emiratos Árabes desde 2022 muestran que es un camino ‘diplomático’ en el que hay que estar. Solo como ejemplo, me gustaría decir que por el Pabellón de España en Osaka han pasado ya desde el mes de abril para ver los espectáculos que producimos allí de Flamenco Real cerca de 200.000 personas. Es decir, el 20% de los visitantes que ha tenido hasta ahora la Expo se acercan en algún momento a ver alguna de las funciones que hay a lo largo del día de nuestro flamenco. Japón, Corea del Sur, China, Estados Unidos… son otros objetivos estratégicos en los que estamos empleándonos con ahínco. Creo que la próxima temporada podremos empezar a ver resultados muy remarcables.

Ignacio García-Belenguer, Gregorio Marañón y Joan Matabosch, en el imponente escenario del Teatro Real. Foto: Javier del Real.
SHANGAY ⇒ El trío Gregorio Marañón, en la presidencia; Ignacio García-Belenguer, en la gestión económica; y Joan Matabosch, en la dirección artística, parece que es un ‘trimonio’ que ha encajado bien. Pero como en toda relación larga, habrá momentos de crisis o de fricción. ¿Hay discusiones porque algún vértice del triángulo pida o quiera cosas imposibles, o inviables, desde el punto de vista de la gestión?
IGNACIO GARCÍA-BELENGUER ⇒ Sin intercambio de opiniones, sin discusión de alternativas en los proyectos, sin propuestas que nos planteen retos que poco antes parecían impensables e imposibles, este teatro no sería lo que es. Discutimos todo, analizamos todo, sopesamos pros y contras teniendo en cuenta tal cantidad de variables que son un auténtico desafío, pero siempre con los pies en la tierra, conscientes de nuestras obligaciones con las administraciones que nos sustentan –Gobierno, Comunidad de Madrid y Ayuntamiento de Madrid–, con nuestros patrocinadores y mecenas y con nuestro público. Solo un modelo equilibrado y a la vez flexible funciona, porque son infinitas las magnitudes que pueden modificar un plan perfectamente ajustado y estudiado. Es como la vida.
SHANGAY ⇒ ¿Qué diferencias hay entre pilotar, económicamente hablando, una empresa, por decirlo de alguna manera, ‘normal’, a una en la que la ópera, el arte, es el objetivo final, no solo el resultar económicamente viable? Es decir, dirigir una empresa que tiene que ser rentable, pero cuyo fin último no sea ganar dinero como en la mayoría de las ‘normales’.
IGNACIO GARCÍA-BELENGUER ⇒ Lo que sí es realmente distinto en el Teatro Real es el factor artístico, entendido como el factor menos previsible porque sus protagonistas son seres humanos que pueden tener fiebre, romperse un pie o tener un problema familiar grave, y eso se traduce, por ejemplo, en que no pueden actuar y hay que sustituirlos… ¡y sustituirlos bien! Es tener el instinto y la cintura de un malabarista a la vez que la firmeza de un notario, dando seguridad y respaldo jurídico a cualquier decisión que se tome.
SHANGAY ⇒ El Real es un teatro atípico a nivel mundial en cuanto a su sistema de financiación: no es como los estadounidenses, que dependen de patrocinios privados, ni como los europeos, que viven fundamentalmente de las subvenciones públicas. ¿Cómo surgió este sistema mixto de dinero público, privado y taquilla? ¿Ha sido ejemplo para otros teatros europeos?
IGNACIO GARCÍA-BELENGUER ⇒ Este teatro ha pasado por muchas vicisitudes en su larguísima vida. Solo hay que recordar que todo empezó con la idea de un rey, Fernando VII, que se inauguró con una reina, Isabel II, y que de aquella ‘financiación real’ ha pasado a una en la que todas las administraciones implicadas –las madrileñas y la estatal– han querido ser parte. Tenemos un modelo que yo calificaría de ejemplar porque la aportación pública, la del patrocinio y los ingresos por taquilla y eventos se reparten prácticamente por igual. Es un modelo que requiere manejar con delicadeza el equilibrio entre todos, no perder de vista nuestra obligación pública y a la vez ser rentables. He sido presidente de Opera Europa hasta hace unos meses, y creo que cada teatro entiende que su modelo es el adecuado para sus circunstancias sociales y económicas, y para su público. Sí es cierto que alaban nuestra ‘hazaña’ de haber gestionado la pandemia como ningún otro teatro, porque lo cierto es que durante varios meses no es que fuéramos el primero en abrir, sino el único. Ahí quiero volver a recalcar que los trabajadores tuvieron un papel esencial y eso, quizá, sí que nos hace auténticamente especiales no solo en Europa sino en el mundo: estamos muy orgullosos de oír que este teatro es una gran familia que se crece ante los retos.
SHANGAY ⇒ Hablando en plata: ¿cuadran las cuentas en el Teatro Real?
IGNACIO GARCÍA-BELENGUER ⇒ Si no nos cuadraran…[risas]. Hacemos las cosas como hay que hacerlas, y no hay que olvidar que estamos auditados por la Intervención General de la Administración del Estado. Cada euro, cada compromiso de gasto, cada decisión a largo plazo… Todo justificado en todos los sentidos hasta el céntimo.
SHANGAY ⇒ ¿Cómo se vivió desde dentro la locura, que parecía una misión imposible, de abrir justo después del confinamiento?
IGNACIO GARCÍA-BELENGUER ⇒ Fue una de las cosas más apasionantes que he vivido en mi carrera profesional. Había que vencer resistencias, acomodar el espacio, garantizar la seguridad, involucrar a todos los trabajadores… y traer a los espectadores. Fue, sin duda, un desafío a todas las convenciones que hasta entonces funcionaban, y conseguimos el más difícil todavía de una forma extraordinaria. Cada paso que dimos entonces nos hizo aprender más de lo que hubiéramos imaginado nunca. Tuvimos una experiencia que, con sus luces y sus sombras, nos enseñó de forma extraordinaria. Fuimos los únicos que quisimos afrontar la situación, y eso nos valió el premio a mejor teatro del mundo. Estamos muy orgullosos de haberlo hecho porque nos puso en otro nivel.
«[Ser los primeros en abrir tras la pandemia] Fue una de las cosas más apasionantes que he vivido en mi carrera profesional»
SHANGAY ⇒ ¿Qué habría que mejorar o hacia dónde tiene que ir ahora el Teatro Real, qué se echa en falta?
IGNACIO GARCÍA-BELENGUER ⇒ Un teatro como este tiene que estar siempre aspirando a ocupar un lugar por encima. No podemos quedarnos contemplando nuestro reflejo. Le debemos a la sociedad potenciar nuestro valor cada temporada. Creo que tenemos todos los elementos a nuestro alcance para seguir explorando nuevos caminos, para ser competitivos en todos los términos, para situar el nombre del teatro y de la cultura española en lo más alto. Es emocionante y apasionante desarrollar nuestros planes, explotar todas nuestras posibilidades con los recursos que tenemos, pero quizá sería un poco más fácil, un poco menos cuesta arriba, si las aportaciones públicas fueran mayores…
SHANGAY ⇒ Como director general, las cosas se ven de una manera. Pero como espectador, como abonado o como aficionado, ¿cuál ha sido el mayor logro del coliseo en estos años?
IGNACIO GARCÍA-BELENGUER ⇒ Sin duda, abrir tras el confinamiento. Eso fue una auténtica hazaña. Nos hemos olvidado, pero aquí vivíamos pendientes cada día de los resultados de las PCR a los artistas, a la Orquesta, al Coro, a los trabajadores… Garantizamos desde el primer segundo que este era un espacio seguro, tanto que teníamos mayor calidad del aire que en una casa que se hubiera ventilado durante cinco horas, pero aun así tuvimos que lidiar con sensaciones y temores…, y eso fue bastante difícil. Nunca elijo una producción o un título como el que más me ha gustado, pero aquella Traviata de junio de 2020 sin que pudieran tocarse los artistas fue algo que no olvidaré en mi vida. Y ya fuera de lo artístico, no puedo estar más orgulloso de lo que estoy de contar con nuestro roof top de suelo fotovoltaico, que nos hace únicos en el mundo en materia de sostenibilidad, ni de ser el primer y único Bien de Interés Cultural (BIC) de los 18.000 que ya hay censados en España que tienen Certificados de Ahorro Energético (CAEs). Y seguimos…
SHANGAY ⇒ En los últimos años, todo son elogios, no hay polémicas broncas por la línea artística y los artistas internacionales ven el Real y Madrid como un sitio en el que hay que estar… ¿Hay peligro de morir de éxito?
IGNACIO GARCÍA-BELENGUER ⇒ El espectador se merece en cada ocasión la mejor de las experiencias, y en eso nos empeñamos cada día. Querer hacerlo, querer ser los mejores no quiere decir que no tengamos los pies en la tierra y que no calculemos y midamos cada paso que damos. Es bueno tener éxito, pero acompañado de objetivos a largo plazo y una ruta clara y coherente. Así que lo que espero es que sigamos muy vivos, muy presentes, compartiendo cultura, siendo una referencia y haciendo de este teatro un sitio en el que querer estar.