'El caballero de Olmedo' seduce en La Zarzuela

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No era nada fácil. Ni por adaptar a Lope, ni por estrenar una ópera contemporánea. Vamos a decirlo claro y sin rodeos: existe un claro divorcio entre el público y la creación actual. Y la ópera contemporánea provoca, a priori, pereza. Las cosas como son. La Zarzuela acoge su tercer estreno absoluto en menos de un año, y este Caballero de Olmedo sedujo y enamoró a la audiencia.

Recordemos que estamos ante el teatro del mundo que más estrenos ha tenido sobre su escenario. La Zarzuela tiene ese récord. Ahora le toca el turno a El caballero de Olmedo. Un nuevo encargo del coliseo de la plazuela de Teresa Berganza.

Daniel Bianco, aún su director (en noviembre entra su sucesora, Isamay Benavente), le encargó al músico malagueño Arturo Díez Boscovich que pusiera música a esta joya del Siglo de Oro.

Doña Francisquita (1923), La villana (1927) o La rosa del azafrán (1930) son tres clásicos de zarzuela inspirados en obras de Lope de Vega. En este caso, Boscovich –que es director musical de los Teatros del Soho que Antonio Banderas lidera en Málaga, además de un reconocido compositor de bandas sonoras y de series– optó por crear una ópera usando directamente el texto original, que Lluís Pasqual ha adaptado de manera magistral para esta aventura.

«Que de noche le mataron al caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo…». Una seguidilla popular inspiró a Lope, y ahora esta joya de nuestro teatro vuelve a la música. Así arranca y así termina esta ópera en la que su compositor lo tenía muy claro: «La estética musical que suelo emplear en toda música que escribo se basa en un principio clarísimo que uno de mis referentes, Antón García Abril, siempre me transmitió. Y es que la música es una forma de comunicación entre los seres humanos. Si esa forma de comunicación es alterada o magnificada por el deseo de epatar, que han tenido algunos creadores, ya no funciona».

Aquí comunica desde la envolvente obertura hasta el apasionante –y recogido– réquiem final. «¡Cielos! ¿Qué estoy escuchando / si es que avisos vuestros son? / Ya que estoy en la ocasión /¿de qué me estáis informando?/ Volver atrás, ¿cómo puedo?/ Invención de Fabia es / que quiere / a ruego de Inés / hacer que yo vaya a Olmedo». Y a Olmedo fuimos todos. E, insistimos, no es frecuente que una obra contemporánea cale en el patio de butacas.

Guillermo García Calvo, director musical de la casa, se puso al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid (titular del coliseo) con una partitura que define muy bien a los personajes, desde las partes más tiernas de doña Inés y Doña Leonor, así como los pasajes de don Alonso con su amada, hasta los momentos de duelos y retos que desembocan en el asesinato de don Alfonso a manos de don Rodrigo.

El estupendo tenor Joel Prieto y la maravillosa soprano Rocío Pérez crearon un Don Alonso (el caballero de Olmedo) y una Doña Inés que son una pareja no solo verosímil en escena, sino que enamora a la sala. Germán Olvera es Don Rodrigo, el personaje antagónico y oscuro de la historia. Para él están reservados algunos de los mejores momentos de la partitura, que el barítono mexicano bordó en el estreno. Nicola Bellver Carbone (la alcahueta Fabia), Berna Perles (Doña Leonor), Rubén Amoretti (el criado de Don Alonso), Gerardo Bullón (Don Fernando) y Graciela Moncloa (Ana, criada de doña Inés) completan un estupendo reparto, que se ve magníficamente arropado por el coro del Teatro de la Zarzuela, en la sombra hasta el ya mencionado réquiem final. Gran efecto teatral.

Lluís Pasqual. adapta y corta el texto de Lope de manera magistral. Y lo lleva a escena como el gran hombre de teatro que es. No es tarea fácil esta misión. La funcional escenografía de Daniel Bianco crea el escenario perfecto para ello. Y para que se puedan admirar los preciosos figurines de Franca Squarciapino. Teatro puro, del bueno, para que este clásico del Siglo de Oro regrese a sus orígenes musicales. Las coreografías de Nuria Castejón sirven como enlace entre los distintos cuadros unidos por interludios musicales.

Ha hecho muy bien Bianco en sus dos encargos finales. La Zarzuela tiene que apostar por la nueva creación. Pero esta tiene que conectar con el público. Si no, no tiene sentido. El onanismo cultural ha estado demasiado tiempo reinando en los principales coliseos, y la prueba de que no funciona es que nunca se repone nada de lo que se estrena, una vez cumplida la obligada cuota cultural que terminamos sufriendo los espectadores. El onanismo está muy bien, pero en la intimidad de cada hogar es mucho más placentero para todos.

Lucas Vidal, compositor de bandas sonoras, fue el responsable de la zarzuela Trato de favor. Ahora le toca a Díez Boscovich esta nueva ópera, El caballero de Olmedo. Ambas obras tienen muchas posibilidades de gozar de una vida más allá del estreno. Esperemos que sea así. Sería una pena que cayeran en el olvido de la fila de los mancos (culturales).