En una de sus muchas entrevistas con Shangay, Javier Calvo y Javier Ambrossi confesaban echar de menos la definitiva serie LGTBI que pudiera abrir un camino hacia una mayor visibilidad en nuestra ficción. Esa serie parece haber llegado, se titula Veneno y se estrena este domingo 29 de marzo en Atresplayer Premium.
Veneno es un proyecto soñado por Los Javis que ha llegado más pronto de lo que cabía esperar. La biografía escrita por Valeria Vegas sobre Cristina Ortiz, La Veneno, ha servido de base para una serie que no solo repasa la biografía de la popular mujer trans fallecida en noviembre de 2016, sino que incorpora también las vivencias de la propia Vegas, convertida en uno de los personajes principales de esta ficción. A juzgar por el primer capítulo de Veneno, las historias paralelas de ambas sirven para mostrar dos historias muy diferentes de mujeres transexuales, que el azar o el destino unieron en la vida real.
Ni en sus mejores sueños pudo haber imaginado la frágil –aunque siempre divertida– Cristina que sus memorias tendrían la trascendencia que están teniendo desde que vieron la luz. Y probablemente jamás pudo imaginar la trascendencia de que su historia ha tenido para la comunidad LGTBI. La Veneno se ha convertido en un referente de visibilidad y lucha, no solo en la comunidad trans. Y a juzgar por todo lo que relataba en sus memorias Ni puta ni santa, se veía claro que era un material más que interesante para convertirlo en una serie como ya es Veneno.
En el rótulo que sirve de prólogo al primer episodio, Los Javis ya dejan claro que es una serie en donde realidad y ficción se entremezclan. “Como en toda historia de ficción”, terminan, “hay en ella algo que es profundamente verdadero”. Lo más auténtico que sale a la luz desde el arranque es la profunda admiración y cariño que sienten por su protagonista. La miman visualmente desde el minuto uno, y resulta imposible no dejarse atrapar por el magnetismo que desprende Daniela Santiago, la actriz que la interpreta en su momento de gloria popular –Isabel Torres y Jedet la encarnan en su madurez y en su juventud, respectivamente–.
Tanto La Veneno como Paca, La Piraña –que se interpreta a sí y misma y es ya la gran revelación de la serie– son presentadas por Los Javis como grandes estrellas, sus primeras apariciones son de impacto. Se permiten a sí mismos esa fantasía, que para eso estamos ante una ficción, porque resulta dudoso que cuando ejercían ambas la prostitución en la calle, en 1996, cuando nos son presentadas, su vida nocturna tuviese un ápice de ese glamour. Otra de las claves que llaman la atención de esta serie es cómo han decidido utilizar la ficción como vía de redención para todas las mujeres trans que la protagonizan.
Como ocurre en Paquita Salas, Los Javis te obligan a hacer un trato. O conectas con la manera en que apuestan por una visión romántica de protagonistas con aristas oscuras, o no te engancharás. El melodrama es la vía que mejor les funciona para transmitir su visión, para dotar de un halo romántico las historias que cuentan.
Sucede en Paquita Salas y vuelve a pasar en Veneno: con los subrayados musicales, la apuesta por mostrar que los conflictos entre personajes se pueden resolver de una manera más fácil de lo que vemos en la vida real, aquí incorporan un glamour de la marginalidad –en un modo parecido al del género musical, en el que Los Javis tienen experiencia– y una glorificación de la solidaridad que, pese a quien pese, resulta muy necesaria dentro del colectivo LGTBI. No buscan provocar ni plasmar un realidad descarnada con la crudeza que damos por hecho que requiere para resultar verosímil, buscan enamorar. En mi caso, lo han logrado.
El uso de una alternancia espacio-temporal funciona para dar dinamismo, y para ir construyendo una trama no tan alejada de la de Ha nacido una estrella. Su manera de mostrar la llegada de La Veneno al programa de Pepe Navarro (impresionante, y sorprendente, Israel Elejalde en el papel, por cierto) que la dio a conocer en España, Esta noche cruzamos el Mississippi, le sirve, además de para empezar a sembrar las bases de un mito, para mostrar una vez más su amor a la cultura popular con la que han –hemos– crecido. El virtuosismo de la secuencia de la entrada de la espléndida Lola Dueñas en el plató del Mississippi, al inicio del capítulo, revela también cómo han crecido Los Javis como autores.
Si de actores como los citados o de Mariona Terés damos por hecha su solvencia, lo verdaderamente llamativo es el trabajo de las distintas actrices trans que participan en el capítulo –están por llegar Jedet o Álex Saint en episodios futuros, que tendrán que esperar al final del estado de alarma–. Espontáneas, divertidas…, se hacen querer desde el minuto uno.
En Veneno, sus creadores combinan con soltura costumbrismo y épica –esa primera entrada de Cristina en el Mississippi–. Y la cercanía que se genera de inmediato con los distintos personajes, gracias al empático discurso, será sin duda clave para que la serie conecte con un público mayoritario que sepa lo justo de La Veneno cuando se enfrente a ella.
Veneno deja claro desde el primer episodio que no solo es una apuesta por la ‘beatificación’ de Cristina, La Veneno; también una reivindicación, a través de la ficción, en contra de la invisibilidad del colectivo trans. Ya solo por eso, su existencia es un regalo.