Samantha Hudson es un/a artista único/a y polifacético/a, que en 2020 ha hecho muchísima compañía a sus followers a través de las redes sociales. El futuro es suyo –por eso forma parte de nuestra Bandera de futuro en el Anuario Shangay, 2020–, y el presente, también.
No es fácil etiquetar a Samantha Hudson [a quien también puedes llamar Iván González]. Ni elle misme sabe, ni quiere, hacerlo. Cuando pensarías en considerarle un artista multidisciplinar y activista, Samantha no duda en definirse como ‘travesti’, aunque sabe que es algo que le genera problemas a algunas personas. “Si me denomino travesti, es porque lo asocio a performance”, explica.
Samantha continúa: “Si eres drag queen tienes un alter ego, y lo asocio a un trabajo, pero lo que yo hago ni lo considero un trabajo: me limito a ser yo misma encima de un escenario. También me han llamado ‘cantante protesta’ y ‘terrorista queer’. Hay gente que al principio me sigue porque le hago gracia, y después me agradece que en mis redes encuentra algo más… Y es que yo soy una chica 360. Porque en el mundo tienes que estar preparada para cualquier peligro”.
Es una persona libre, sin prejuicios, de mente rápida y una facilidad comunicativa admirable –como demuestra la pasión de sus más de 80.000 seguidores en Instagram–. Un influencer sui géneris que utiliza su visibilidad como arma política y vía de entretenimiento a la vez. “Que comparta mi activismo tiene que ver con el hecho de que las nuevas generaciones vienen muy fuertes con todo el tema de la conciencia social”, afirma.
En el instituto se interesó mucho por mejorar su discurso, porque, asegura, “mis dotes para hablar ya venían de fábrica. De repente, me volví una adolescente enfadada con el mundo que quería reivindicarlo todo”. Y no tiene claro que la etiqueta de activista le identifique. “Más que activismo LGTB, lo que hago es pintarrajearme, ponerme falda y salir a la calle; con eso ya estoy haciendo un statement. Temas relacionados con la lucha de clases y derechos laborales sí los verbalizo más, porque creo que las nuevas generaciones deben tenerlos presentes: lo que más falta hace es conciencia de clase”.
A sus 20 años, es un referente para muchas personas LGTBI, sin proponérselo. Y sin que le pese. Y sin creérselo. Porque Samantha lo vale. Este año publicó el single Hazme el favor (vente conmigo a bailar), y se encuentra ya preparando nuevos temas –el primero verá la luz en breve– y, sin duda, van a sorprender.
Tras haberse pasado la cuarentena generando contenido sin parar para sus followers, ha podido regresar a los escenarios madrileños, y sus shows todos los jueves en la sala Maravillas le han permitido acercarse muy activo a la nueva normalidad. Y seguir compartiendo su personal manera de entender la masculinidad, que escapa a todo cliché. “Más que representante de una nueva masculinidad, me considero el perineo del género”, afirma. “La androginia es el futuro, y me gusta pensar en mí misma como una mujer que protagoniza la época que le ha tocado vivir. Por eso intento diluir al máximo mi género o, por lo menos, ir fluctuando: de hombre metrosexual de negocios a supermodelo noruega, y de supermodelo noruega a Seat Ibiza”.
Se sabe fan favorite para participar en el futuro España Drag Race, aunque asegura no entender ese furor. «Que me lleven de invitada, yo encantada; pero es que no sé ni maquillarme», dice. «Yo soy galerista belga, no transformista», remata. También se muestra muy directa al resumir su 2020: «Un despropósito». Pero no todo iba a ser negativo: «De este año me quedo con el confinamiento», asegura. «Fui la única gilipollas que estuvo creando contenido todo el rato. Y todo lo que sembré lo estoy recogiendo». Al año nuevo tiene claro lo que le pide: «Espero que 2021 nos trate mejor a todas, las chicas guapas nos lo merecemos».
FOTOS: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ