Es unánime. Todas la consideran ‘la madre de todas las travestis’… “Bueno, ahora, ya la abuela”, nos dice la artista argentina entre risas. Madre o abuela, lo que tenemos muy claro es que Psicosis Gonsales es una ‘chica Shangay’ desde nuestros inicios. Por ello, en este año tan especial de su regreso, la hemos elegido como personaje de bandera para nuestro anuario.
La de Psicosis y la de nuestra revista son historias paralelas que se remontan a los años noventa del pasado siglo XX. Ella estaba con nosotros en la primera carroza que salió en el Orgullo de Madrid que, por supuesto, fue la de Shangay. “Estoy feliz de estar en esta bandera. Lo veo como un reconocimiento de parte vuestra, que siempre me habéis tratado de maravilla. Pero, vamos, ¡creo que me lo merezco! [risas] Como personaje, ¡me lo merezco! Además, esos años en los que comenzó la revista, coincidieron con los de mi boom. Y ahí estan esas maravillosas portadas que me hicisteis”, nos cuenta.
Psicosis es una especie de travesti bisagra entre el transformismo de los setenta y ochenta, y las nuevas drags de finales de los noventa y de los dosmil: “Exactamente, me gusta mucho esa definición de bisagra. Cuando nació Psicosis, yo llevaba años haciendo cabaré y la gente me conocía como Di Giorno. Y seguí actuando en las mismas salas, a las que les planteé que iba a hacer lo mismo, pero de mujer, en plan travesti. Entonces tuve enseguida trabajo. Porque ya tenía ese bagaje. Pero yo he sido cabaretera siempre, y luego, travesti al completo”.
«El año 2024 me devolvió la vida tras la muerte de mi perrita, Roxy. Volver a actuar me sacó del pozo en el que estaba»
La pregunta es directa: ¿travesti, drag o transformista? No se piensa mucho la respuesta: “Travesti. Lo de drag se puso en mis discos porque, en ese momento, todo era el movimiento drag. Yo ya era conocida por el cabaré, pero, como estaba esa movida, y acababa de sacar el disco, pues se puso lo de ‘primera drag española con disco en el mercado, comparable a RuPaul’. Era por eso. La etiqueta en ese momento era drag y, lo de ‘comparable a RuPaul’ fue por el fenómeno que venía de Estados Unidos, y ella era la número uno. Pero travesti enmarca todo. Antes, en los setenta, era otra cosa. Transformista era una cosa, travesti, otra… ¡Pero travesti es lo que me va mucho mejor!”.
Este 2024 que termina ha sido muy especial para ella: “Ha sido un año maravilloso. Aunque tuve también varias cosas feas, como el infarto que sufrí, del que ya estoy recuperada. Salí del pozo en el que estaba desde que murió mi perrita, Roxy, que ha sido horrible. Si pienso en eso, ha sido el peor año de mi vida, pero es que también me han pasado dos cosas muy buenas. La primera, el sacar el disco recopilatorio para meter en todas las plataformas digitales. Eso me ayudó mucho porque estaba en una época de decir no a todo desde lo de Roxy. Luis Miguélez –con una santa paciencia y una generosidad enorme– me fue enredando. Y cuando fue la presentación volví a vivir. Y ahí fue la idea de volver a los escenarios y al espectáculo. Lo logré con A corazón abierto, que el título era genial, porque había tenido el infarto poco antes. El show es hablar sin pelos en la lengua, que es lo que he hecho siempre. Pues eso, que el año 2024 me devolvió la vida tras la muerte de Roxy. Es la segunda cosa buena”.
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Todo esto le ha hecho recordar lo vivido y visto subida a sus espectaculares tacones rojos: “¿He vivido mucho? No, ¡lo siguiente! Y a nivel de trabajo, lo mismo. Y en todo tipo de salas. Desde teatros, salas de fiestas, bares, puticlubs de carretera, fiestas de pueblo, bodas y bautizos… Vamos, sin prejuicio alguno, ¡me lo hacía todo! Hay que recordar que mis orígenes fueron en los after hours. Y ese público, heavy de verdad, me seguía, me apoyaba; pasaba a ser mi guardaespaldas, porque cuando estaba, por ejemplo en un sitio ante cinco mil personas, con el tema del insulto podía haber tenido problemas, o que me tiraran una botella. Hay grupos de música –que no voy a nombrar, maravillosos– a los que han tirado tomates o interrumpido la actuación. A mí no me ha pasado nunca nada. La gente me ha aceptado y siempre, por supuesto, me he mostrado tal cual soy. Y eso le ha abierto la puerta a muchas. Muchas criaturas que, a partir de verme a mí, hablaron con sus padres, empezaron a ver la vida de otra manera… De eso me siento orgullosa, la verdad”.
«He trabajado en todo tipo de salas: desde teatros, salas de fiesta, bautizos y comuniones, a puticlubs de carretera»
Sí que es cierto que rompió moldes y tumbó muchas barreras. En los años noventa era muy frecuente verla en programas de la televisión generalista de entonces (cuando la tele era, de verdad, generalista: los alfa, centennials y millennials, que buceen YouTube porque van a flipar, y mucho, con las joyas que hay) y, siendo la reina de las travestis, era la estrella de las grandes salas del cabaré del Madrid más hetero. Hizo del insulto su tarjeta de presentación, porque a Psicosis Gonsales había –y hay– que insultarla, no echarle piropos, cosa que hoy a muchos sorprende.
“Sí, lo he notado. Hay una anécdota con Supremme de Luxe, cuando hice la presentación del disco. Había mucha gente joven, pero también muchas amigas de toda la vida que empezaron a insultarme. Y Supremme me dijo que lo explicara, porque la cara de la gente joven era un poema. Ahora, por ejemplo, no le puedes decir a una del público ‘no comas más churros que estás muy gorda’. Yo, antes, no me preocupaba de esas cosas. En eso me ha ayudado mucho Juan Sánchez, que me dice que mi show es atemporal, que no tiene nada que ver si es hoy o el pasado. E insiste en que, siendo yo de un cabaré clásico, fui la más moderna, por mi discurso. Lo del insulto fue un agregado, que se convirtió en un sello. Pero todo lo demás eran textos preparados que querían decir algo. Ahora, para resolver la situación y seguir diciendo determinado tipo de cosas, me meto a mí misma por medio y digo ‘entonces yo hacía, yo decía’ y así hago, y digo, lo que me sale del… moño”, nos dice.
¿Cómo surgió lo de que el público tuviera que insultar? “Antes de ser Psicosis, cuando trabajaba como Di Giorno, se me ocurrió que al cantar Soy lo prohibido, podía dar al público flores y pelotas para que decidiera qué tirarme al escenario y fuera una catarsis. Luego dejé el cabaré y comencé a trabajar como camarero en un bar que se llamaba Casi, Casi. El dueño era un macarra que me encantaba, ¡guapísimo!, con un público que era heavy total. Las fiestas que hacíamos se llamaban ‘casi casi, rubias’, ‘casi casi, putas’… Ahí empecé a hacer transformismo, a finales de los 80. Me llamaba ‘Lola, la reina del cha-cha-cha’, con peluca roja y los trucajes que me enseñó Rafael Lorca, como a meterme el paquete… Terminábamos en los after. Trabajar en ese tipo de ambiente me hizo sentir protegida. Así comenzó lo del insulto, ya cuando empecé como Psicosis en el año 92, en el Ghost, en la calle Jorge Juan, un club gay con cuarto oscuro…”, cuenta.
«A 2025 pido salud para todas; las cosas materiales, las pelucas y los tacones, ¡se compran!»
Y de ahí, a la fama. A ser la primera drag con disco en mercado, “anunciado en televisión”, como rezaba en la carátula: “Fue importante el modo de hacerlo, porque no era imitando a las folclóricas ni a Liza Minnelli, sino cantando en directo. Y no hacía chistes de maricas, ni playback. Comencé como Di Giorno y contaba mis historias, a partir de historias personales, mezcladas con ficción e ironía, pero salían de mis vivencias con canciones que me componía Amílcar Bufano, que fue el compositor de La Otxoa, de Pavlovsky. Con él hice más de cuarenta canciones y nació Psicosis”.
Su fama fue tal que hasta contó con un Anticlub de fans: “Es que si me insultaban, ¿cómo iba a tener fans? Lo presentamos en Morocco [la sala mas total del Madrid de aquellos años, que regentaba Alaska] y mi presidente… hoy me está haciendo esta entrevista”. Ha vuelto a los escenarios y está feliz. Ha sido su año más duro, pero también el más bonito por reencontrase con el público que no la ha olvidado, y por descubrir a todos esos jóvenes que siempre han querido conocerla. Queremos saber qué le pide a 2025: “Salud para mí y para todas. Porque las cosas materiales se superan, y las pelucas y tacones, ¡se compran!”.
Larga vida a la madre de todas las travestis, a la reina del insulto. A esa mujer de rojo que canta “es que no busco tu indulto, pues tu insulto, para mí, es un placer”. A esa “ramera, barriobajera y canalla, de furcia, yo doy la talla”.
Para terminar y cerrar esta entrevista, me voy a permitir una licencia muy poco periodística: amiga, te quiero mucho, mucho, mucho…, pedazo de zorra hija de puta.