La expectación ante Liberation, el octavo álbum de la diva pop Christina Aguilera, primero desde el destrasoso Lotus (2012), era máxima. Sobre todo entre sus fans gays, que son los que realmente siguen manteniendo la esperanza en que Aguilera vuelva a ser la que fue, hace ya mucho… De nuevo, la sensación de que es un coitus interruptus los va a dividir con seguridad. Aunque el hecho de que la voz de la estrella sea la gran protagonista del álbum, el elemento que le da cohesión, ya sea para ellos, comprensiblemente, un motivo de celebración.
El pasado miércoles, Sony Music organizó una exclusiva listening party en su sede de Madrid para un reducido grupo de fans, ganadores de un concurso. Allí nos colamos para la primera escucha del nuevo álbum de Christina, recibido con un silencio sepulcral. Todos sentados frente a una pantalla desde la que la diva miraba inmóvil al público, con esa nueva cara que luce en la portada del disco, la única imagen que se mantuvo proyecta de manera perenne. Una única escucha nunca es suficiente para valorar en condiciones un disco, de manera que lo que aquí propongo es a la vez una crónica y una crítica apresurada e impulsiva.
Arranca el disco con el instrumental Liberation, intensito y con un toque ambient que indica cuál va a ser el tono general. Christina Aguilera se ha tomado muy en serio su vuelta, es un disco por el que ha luchado, y consigue que se note desde el minuto uno. Tras él, el primero de varios interludios, Searching for Maria, un guiño a Sonrisas y lágrimas que fue recibido con desconcierto y risitas nerviosas por los asistentes, mayoritariamente millennials –¿cuántos sabrían lo que es Sonrisas y lágrimas?–. Da paso a Maria, una potente ración de hip-hop soul a lo Mary J. Blige, de letra espiritual, que esta vez sí provocó un chillido generalizado de emoción cuando entró su beat hiphopero. Al terminar se escuchó «¡Temazo! Ya solo con esto nos iríamos contentos».
No despertó el mismo entusiasmo Sick of Sittin’, un momento rock a lo Lenny Kravitz –que también recuerda a la primera Kelly Clarkson–, musicalmente previsible, pero que encierra la letra más sentida y personal del álbum. Y es que Liberation es para Christina Aguilera lo que en su día fue para Prince Emancipation –no en vano, Xtina canta: «I’m sick of sitting, I’m so emancipated»–, su manera de testificar que ya no es esclava de los deseos de su discográfica. De ahí que en el siguiente interludio, Dreamers, se refuerce esta idea a través de niños que lanzan mensajes como «I’m strong» o «I’m invincible», transición hacia la fallida balada Fall in Line junto a Demi Lovato, que no ha convencido ni a los fans más extremos.
Se agradece que el tono épico imperante hasta el momento lo rompa Right Moves, un reggae –inofensivo, eso sí– con toque tropical con el que Christina te transporta por unos minutos a Jamaica. ¿Te imaginas Yoga de Janelle Monáe y Jidenna interpretada por Ariana Grande? Si es así, te haces una idea. Y por fin, un temazo en toda regla, la ya conocida Like I Do, junto a GoldLink. Ver a todos los asistentes mover la cabeza al mismo compás durante todo el tema te daba una idea de que sí, aquí Christina ha dado en el clavo.
Le sigue Deserve, de nuevo con un beat downtempo hiphopero que le sienta bien –para los fans, «temazo»–, y que indica que si hubiera apostado por todo un álbum fomentando esta vena, Liberation habría sido muy distinto. Vale, esto Mariah Carey lo hizo mucho antes –esta canción no está tan lejos de su Obsessed, y no sería de extrañar que sus autores, Julia Michaels y MNEK, lo hayan tenido en cuenta–, pero escuchar a una Aguilera menos intensa, casi sumisa, se agradece, porque es un perfil poco habitual en ella. Punto para Xtina.
Twice, un baladón gospeliano en el que está acompañada por piano y coro, es 100% Aguilera. Pecado, perdón y redención, materiales ideales para que la artista se luzca con su sello inequívoco y esa potente voz que resucita a un muerto. Es sólida, y carne de single. De repente, cambio de rollo de nuevo, llega Accelerate, que gana en el contexto del álbum, porque como single no resulta especialmente brillante. Y sorprende que se adentre en el r’n’b de aires noventeros, a lo TLC, en Pipe, mona, sí, pero sin más.
Masochist provocó las opiniones más encontradas entre los fans, y se crearon dos bandos cerrados: los que la adoraron –los menos– y los que no la soportaron. Arranca con tintes ochenteros, para contar una relación de pareja abusiva. Floja. Y no termina de fluir con el otro baladón que cierra el álbum, Unless It’s With You, en done despliega su venazo romántico apostando por la temática, tan de moda, de ‘¿y el anillo pa’ cuándo?‘, aunque en clave, de nuevo, gospeliana.
Este fue el grupo de afortunados que escuchó por primera vez en España Liberation al completo
Un final anticlimático que resta consistencia a un disco que sabe a poco, y en el que no ha sabido –o no ha querido, haciendo uso de su –¿recién estrenada?– libertad, explotar sus fuertes al máximo, y termina nadando entre dos aguas. El tímido aplauso final de sus escogidos fans me dio a entender que no soy el único que piensa así.
EL ÁLBUM LIBERATION DE CHRISTINA AGUILERA ESTÁ EDITADO POR RCA/SONY MUSIC