25 años de carrera no se cumplen todos los días. Mónica Naranjo decidió hace meses que ella lo iba a celebrar a lo grande. ‘Renaissance’ tituló esta gira, y renacida se mostró anoche en Madrid en el inicio del tour. “Aquí estoy, he vuelto para quedarme”, ha escrito hoy en sus redes sociales. Y ese mensaje lanzó anoche a lo largo de más de dos horas de recital.
Más que un concierto masivo al uso, lo que realmente ofreció Mónica Naranjo fue un ambicioso recital. Donde quiso que el protagonismo lo tuviesen su música y su voz. No apostó por espectaculares proyecciones, ni por elementos externos –véase, bailarines– que pudiesen aportar dinamismo, pero que podrían despistar. Aquí la estrella era la Naranjo, a la que tanto habíamos echado de menos sobre los escenarios. Y vaya si brilló.
Como buena pantera que es la de Figueres, sacó a relucir el carácter desde el minuto uno. Salió puntualísma, sola y en albornoz, a dar la bienvenida y a dejarse adular por un público entregado. Agradecida por el cariño pero dejando las cosas claras. “¡No os vayáis a quejar del repertorio!”. A ver quién se atrevía. El factor sorpresa lo había obviado, porque un día antes del show había anunciado ya el repertorio. En las primeras filas se comentaba mucho ese detalle minutos antes del inicio. Los nervios se reservaban para los bises, la única parte desconocida.
“Más que un concierto masivo al uso, ofreció un ambicioso recital”
Renaissance seguiría el orden cronológico de sus lanzamientos cuando, a juzgar por lo que vimos, lo lógico para el fan es que hubiese apostado por un orden inverso. Eran demasiadas las ganas de escuchar los clásicos de Palabra de mujer, y llegaron al principio.
Ya ha dejado muy claro que no tiene interés en recuperar los arreglos discotequeros de sus primeros álbumes, El amor coloca, Desátame o Pantera en libertad sonaron como a ella le gusta, mezclando la épica de la orquesta con las afiladas guitarras del grupo rock que también la acompañaba sobre el escenario. Las dos primeras sonaban transformadas, distintas y, claro, crearon división de opiniones. Pantera en libertad sonó soberbia, poderosa, y Naranjo se lució a lo grande. La pantera que lleva dentro salió, rugió y encandiló.
Aunque cuando la Naranjo nos puso la piel de gallina fue cuando apostó por la desnudez, por el sentimiento cristalino. Dedicó Empiezo a recordarte a su desaparecido hermano Enrique, acompañada solo al piano por su inseparable Pepe Herrero –como en los tiempos de Adagio, una gira inolvidable para quienes tuvimos la suerte de verla–, y la emoción se podía cortar con un cuchillo. Algo que volvería a suceder en los bises, cuando Herrero la acompañó con una guitarra eléctrica al interpretar Tú y yo volvemos al amor. Dos momentos inolvidables de una noche repleta de riesgo. Y eso hay que alabarlo.
Mónica Naranjo tiene muy claro lo que le pide el cuerpo, y no está dispuesta a día de hoy a hacer –casi– concesiones. Se mueve como pez en el agua entre el delirio wagneriano y el rock desaforado –en su caso, desatado–, y transmite tanto amor por su apuesta que resulta imposible no simpatizar. Y que en muchas ocasiones se mueva en el filo, que arriesgue hasta el punto de desconcertar, dice mucho de sus ganas de ser fiel a sí misma.
Cambió de look con cada era, y nos recordó al interpretar Europa –e Tarántula– que es una de las canciones imprescindibles del pop nacional de las últimas décadas. En ese tramo, la sintonía entre su actual sonido y la recuperación de las canciones en que lo forjó fue impecable. Veníamos de la ‘era Minage’, de la que recuperó, cómo no, Sobreviviré y Perra enamorada, y nos adentrábamos en un tramo más oscuro, el que llevó a Lubna –“que por primera vez interpretamos en formato contemporáneo”, apuntó–. Se la vio disfrutar mucho ante un público expectante.
A lo largo de todo el recital aprovechó para compartir distintas anécdotas relacionadas con los distintos momentos de su carrera. Lo resaltable fue el mensaje central que quiso que sobrevolara todo Renaissance: la defensa del amor libre –de la libertad, en su sentido más amplio–, de la individualidad y del orgullo de ser como somos. Echando ahora la vista atrás, y recordándola con el pelo bicolor de hace más de dos décadas, comprobamos que fue pionera en ello, y nadie mejor que la Naranjo para seguirlo recordando y defendiendo. Porque es muy necesario hacerlo. De manera que, cuando en un momento álgido, afirmó “Todos, todas y todes somos panteras”, el Wizink Center se vino abajo, y con razón. Porque la diversidad que se veía en pista y gradas había que celebrarla también en una noche así.
Este recorrido por ‘las edades de Moni’ se cerró con su presente más reciente, con la balada Tú, yo y el loco amor, de la película Salir del ropero, y Doble corazón, la canción que estrenó el día que dio el pregón del Orgullo de Madrid. No era el clímax esperado para el cierre de un concierto como este; una vez más, la Naranjo descolocaba al personal en aras de defender su presente. Porque ya habíamos comprobado que su concepción de la nostalgia dista mucho de la tradicional. De manera que la expectación era máxima de cara a sus bises, y fue ahí cuando el público se desató con la misma intensidad que ella.
Porque fue entonces cuando la nostalgia más clásica triunfó, y el Wizink se vino abajo. “Camilo, te amo”, dijo mientras una imagen del recientemente fallecido Camilo Sesto aparecía en la pantalla tras ella. Y le rindió homenaje interpretando su celebrada versión de Vivir así es morir de amor, que pone la piel de gallina al más escéptico. Y lo que quizá resulto inesperado para ella fue que el delirio llegara cuando anunció que iba a rescatar Las campanas del amor… “¿Algo tan marica? Bueno, soy la más marica de todas”. Y lo demostró con creces; esa dosis de pop naíf y mariquitísimo sentó de maravilla, y ahí sí vimos de repente a la Naranjo que conquistó el mundo con Palabra de mujer: suelta, despreocupada, feliz… y presumiendo de vozarrón, claro.
Tras navegar durante un buen rato entre el pop lírico y el rock gótico, invitando más a la introspección, Renaissance se convirtió en una fiesta luminosa, con una intérprete que volvió a confirmar su versatilidad antes de mirar hacia el futuro con Libre amar. Una canción nacida para ser disfrutada en vivo, como se comprobó anoche.
Quedan detalles por ajustar tras esa primera noche, y queda por saber si los bises serán tan libres como para que el repertorio varíe –a más de unx le dio un soponcio porque no sonó Entender el amor–, pero de lo que no cabe duda es de que Mónica Naranjo ha vuelto con actitud, seguridad y deseos de reconectar –prueba más que superada–. Y creo que no soy el único, como se vio en el Wizink, dispuesto a dejarse descolocar, y también emocionar, con sus propuestas.