El desnudo de Bibiana Fernández que reventó Instagram (y otras fotos con las que demostró ser una mujer sin filtros)

Desafía no solo la censura de Instagram sino, una vez más todo lo establecido. Hace dos días, se hizo un selfi, desnuda, enseñando los pechos, que ella misma ha confesado se acaba de retocar.

Bibiana Fernández, estupenda en su instagram. 2023
Bibiana Fernández, estupenda en su instagram. 2023
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

10 agosto, 2023
Se lee en 3 minutos

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Podríamos recurrir a los tópicos baratos y cursis de que es como el buen vino, que mejora con los años. También a que se pone el mundo por montera y que, a sus 69 años, siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. Pero no. Bibiana Fernández, es, simplemente, Bibiana: una mujer única, irrepetible y que hace las cosas que le apetecen, como le apetecen, simplemente ‘porque ella lo vale’, como el anuncio de cosméticos.

Ahora, en plena ola de calor, desafía no solo la censura de Instagram sino, una vez más todo lo establecido. Hace unos días, se hizo un selfi, desnuda, enseñando los pechos, que ella misma ha confesado se acaba de retocar, con el mensaje ‘ducha y cama’. Y la subió a sus stories. Eso sí, tapando los pezones con una mariposa para que el famoso algoritmo de inteligencia artificial no le censure el post. ¿Por qué dan tanto miedo las tetas? Bibiana se suma así a los muchos famosos (como por ejemplo Paco Léon) que con fotos de este tipo quieren poner su granito de arena contra la censura de la red social a los desnudos.

Como decimos, no es la primera vez que se desnuda. Sus míticos posados en Interviú son historia de España. Literalmente. Como lo fue su aparición, sin ropa, en el esa escena del balcón en Kika, de la mano de Pedro Almodóvar. O en tantas y tantas películas. Musa de la transición española, y todo un icono sexual, ella lo tiene muy claro, tal y como nos dijo en una entrevista  en 2018 cuando fue uno de los personajes de bandera de nuestro Anuario de Shangay: «Creo que la sexualidad es una cosa de la que tienes que disfrutar. Que el sexo es una fiesta. Y no soy bi porque no siento la atracción. Y es una desgracia, porque me parece que el sexo no tiene nombre y apellido. El sexo es una fiesta, un gran banquete, y hay gente que pasa hambre. Y a mí no me gusta pasar hambre, con lo cual yo me lo hubiera comido todo, si me gustara. Pero, nunca se sabe, porque muchas veces el amor se convierte y llega con otra cara, con otro cuerpo. Y no estaría dispuesta a despreciarlo si me viniera bien, claro. Lo que no estoy dispuesta es a vivir en una mentira».

Bibiana Fernández y sus portadas. Vedette

Se estrenó como vedete con la obra ‘¡Una vez al año no hace daño!’ (1978) de Juanito Navarro.

Ella vivió, en primera persona, esos años en los que España empezaba a desnudarse. Así nos lo contó entonces: «Ver la película Los años desnudos, de Félix Sabroso, al que quiero y admiro, pues parte de mi carrera se la debo a él, fue devastador. Me transportó a unos años, que para mí están muy cerca y muy lejos, y que fueron muy oscuros: los primeros de la Transición. Las libertades parecía que estaban, porque desde el momento en el que desapareció el dictador, ya se respiraba algo, pero todavía había mucha oscuridad. El peso de la dictadura estaba presente en cualquier rincón, en cualquier mirada. Luego llegaron otros, los ochenta, que fueron mucho más modernos. Por circunstancias personales me tocó vivir una vida muy singular en unos años también muy singulares»

Bibiana Fernández, estupenda en su instagram. 2023

Unos años, esos ochenta, que ella conoció muy bien: «Tenía una especie de detector de metales: la gente se acercaba a mí, pero si era de metal malo, ese ‘detector’ pitaba. Con independencia del cartel que llevaran, fueran de izquierdas o de derechas. Entonces la ideología, el cartel o la etiqueta, se les caía. Y me encontré con gentes de derechas que eran mucho más tolerantes que algunos de izquierdas. Cuando entraba en los restaurante se hacía ruido. Como los enjambres de abejas: zzzzzz. Había murmullo, como en los mercados. Y era simplemente porque había entrado, sin más. Cuando tú te acostumbras a ese ruido, empiezas incluso a distinguirlo. Los que son de deseo, los de reproche; los que son de rencor, o de curiosidad… Distinguía, como si fuera una melodía, las notas de los ruidos. Después eso se me fue, afortunadamente. Señal de que yo había cambiado, y el país también. España había cambiado, sí. Pero lo fundamental es que yo también lo había hecho. La vida, siempre, empieza por una misma, porque una vez que el ruido dejó de estar, todavía hubo un tiempo en el que yo intentaba oírlo. Quería escucharlo. Y me di cuenta de que si ya no lo escuchaba era porque, además de que no existiera, yo ya no lo quería oír. ¡Ya había pasado esa prueba! Es como cuando te vacunas. Te podrás morir de otra cosa, pero de esa ya no. Son procesos».

Bibiana es una auténtica mujer sin filtros. No es la primera vez que lo decimos en estas páginas, en las que hemos, incluso, acuñado el término, ‘en modo Bibiana’ como la mejor filosofía de vida. Y lo es. Vivir sin rencor, sin los lastres del pasado, solo disfrutando de las cosas buenas y viendo el lado positivo es lo mejor que se puede hacer. Ojalá todos aprendiéramos.

Intentar imitar a Bibiana en ese pequeño y difícil gesto es la clave para conseguir ser un poco más feliz. Intentar hacer de tu día a día una sintonía de ‘la vie en Bibiana’ es, al menos, conseguir tararear un poco “je vois la vie en rose”. No porque nuestra vida sea en rosa –desgraciadamente, no suele–, pero sí conseguir que se parezca lo más posible. Afrontar la vida como hace ella es darle la vuelta a esos ingredientes que tienes para cocinar tu día a día, y llevarte a tu terreno esas 24 horas que te quedan por delante, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Afrontar cada mañana con este espíritu es, más que apartar los malos rollos –algo tan absurdo como esconder la basura bajo la alfombra–, una forma de dar una mano de glamour a lo que se nos viene encima.

Ojalá todos pudiéramos ser un poco Bibiana. No sólo seríamos mucho más felices, sino que le mundo sería, sin duda, muchísimo mejor.

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