Es el culebrón del verano. No hay duda. El 10 de agosto se estrenó La casa de las flores, la nueva y exitosa serie mexicana original de Netflix cuya enrevesada trama gira alrededor de la rica y famosa familia De la Mora, dueña de una floristería (o florería, como dicen en Latinoamérica).
Mucho antes de su estreno, la serie fue noticia por la incorporación del actor Paco León, quien se pone en la piel de María José, una mujer transexual, un papel por el que le han llovido numerosas críticas por parte del colectivo LGTB, que acusaba a la serie de transfóbica al no contar con una actriz trans para interpretar este personaje.
Más allá de la polémica, la serie ha sido todo un éxito y son miles las personas que se han devorado los trece capítulos que forman esta primera temporada. La casa de las flores ha conquistado a más de uno porque ha sabido reinventar el concepto de telenovela, acercándose a un público mucho más joven y tratando temas que, hasta hace unos años, eran impensables en este tipo de producciones.
Es una de las series del verano y motivos no le faltan. La telenovela, casi por definición, suena a serie medio rancia que se emite a la hora de la siesta con tramas imposibles, personajes sobreactuados y poca crítica social y política. La casa de las flores tiene muchos de los componentes que caracterizan este género, pero también añade algunos puntos que hacen de esta telenovela algo diferente. Tratan temas como la transexualidad, el consumo de marihuana, el racismo o la homosexualidad, y lo hacen con humor y simpatía. Acercan el mundo actual a un público que, por lo general, aún no acepta según qué realidades.
Además, las referencias que utilizan a lo largo de los capítulos son propias de cualquier millennial. Britney Spears o las Kardashian son algunos de los ejemplos más destacados.
Una de las tramas principales la protagonizan dos personajes gays, Diego y Julián, interpretados por dos actores que enamoran a cualquiera, Darío Yazbek Bernal (hermano de Gael García Bernal) y Juan Pablo Medina. Su historia roza lo hiperbólico y está marcada por los celos, las infidelidades y el constante miedo a aceptar quien uno es realmente. Julián es inmaduro e indeciso y Diego, por su parte, es una persona más segura y con las ideas claras. Dos personalidades muy diferentes cuya historia sorprende a cualquiera.
Plumas, lentejuelas, tacones y canciones míticas de la cultura mexicana. Así es el cabaret que recibe el mismo nombre que la floristería (y que la serie) y que da a la historia algunos de los momentos más emotivos y graciosos de la temporada. Es una fantasía LGTB que una telenovela y el mundo travesti se unan para darnos lo mejor de ambas partes.
Otro de los puntos fuertes de la serie es, sin duda, la forma en la que hablan algunos de los personajes. Paulina, la hermana mayor de la familia De la Mora, tiene una peculiar lentitud a la hora de hablar que, en un primer momento desespera, aunque termina por enganchar a todos los que la escuchan. Tal ha sido el triunfo de esta pausada manera de articular palabra que Netflix ha prohibido a la actriz que la interpreta, Cecilia Suárez, hablar como su personaje fuera de la serie.
Como ya hemos dicho, a pesar de la polémica y de las muchas críticas que recibió en Twitter la decisión de que Paco León se pusiera en el papel de María José, una abogada trans, el hecho de que una telenovela mexicana introduzca a un personaje transgénero es un gran avance. Además, el tema se trata desde un punto de vista bastante respetuoso y, desde el humor, lanza una crítica a lo mucho que queda por hacer en cuanto a normalización del colectivo LGTB en la sociedad.