Realmente no era ‘el futbolín’, sino ‘el futbolín del Rick’s’. Aún hay muchos en Madrid, sin duda, pero el futbolín del Rick’s era único. Hace ya años que nos lo robaron. Nos lo quitaron.
Julio Iglesias –que no es en absoluto un icono gay ni LGTBI– lo ha tenido siempre muy claro: la vida sigue igual. El Rick’s –que sí que es un referente en la noche [gay] madrileña– lleva años dando caña; siendo el refugio al que podemos acudir cualquier noche de la semana, pues sabemos que tenemos sus puertas abiertas. Pero antes sí que era un ‘refugio’ de verdad, en el que podíamos protegernos; ahora es simplemente una ‘trinchera’ en la que dejarnos caer cuando no queremos volver a casa. Contradiciendo a Julio, afortunadamente la vida sí que ha cambiado: no sigue igual en absoluto. Afortunadamente.
Cuando abrió el Rick’s, allá por los mediados de los años ochenta [del pasado siglo], las cosas empezaban ya a cambiar en España, sobre todo en Madrid. El pequeño y recoleto local de la calle Clavel era un paso más en ese cambio de una ciudad, Madrid, y de una zona, Chueca, que hoy se han convertido en dos referentes mundiales de la vida LGTBI. Su futbolín, al fondo del local, escondía muchos secretos.
Sin querer ser alarmistas, vivimos una época en la que se están cuestionando muchas de las cosas conseguidas. No debemos tener miedo porque, como no podría ser de otra manera, ya (casi) nadie se escandaliza de que el amor LGTBI esté visible en las calles. De que no haya que vivirlo en la trastienda de un local jugando, entre copas, al futbolín. No hay que tener miedo a que volvamos atrás, porque la sociedad no lo permitiría. Pero tampoco hay que consentir barbaridades como las que hemos escuchado estos días del tipo “la orientación sexual de cada uno, en su casa y en su cama”. Porque quienes dicen eso, lo que de verdad quieren es que tengamos que volver al futbolín del Rick’s. Y eso sí que no lo vamos a consentir.
Volviendo a Julio Iglesias (y al futbolín), la vida no sigue igual. Visto desde una óptica más sentimental, incluso frívola, los que tenemos una edad pensamos que desde hace unos años nos han ‘robado’ algo que nos identificaba con el local. Nos dio igual que cambiaran la decoración, que pusieran más o menos luz, otros sofás; no importa que ya no suenen Karina o Massiel como antes. Pero no hemos superado que nos quitaran ‘nuestro’ futbolín.
El local sigue abierto, y siendo un referente gay. Y sí, es cierto que no necesitamos escondernos en la trastienda para poder vivir de una manera libre. Y como no somos alarmistas –por mucho que unos energúmenos ‘alcen su vox’–, sabemos que eso no va a cambiar. Pero también es cierto que somos muchos los que lo echamos de menos.
Ese derbi entre el Madrid y el Atleti era, curiosamente, un espacio de libertad. Quién lo iba a decir, con lo homófobo que es el mundo del fútbol… Recuperarlo sería el homenaje a un símbolo de lo que fue, lo que significó y lo que no volverá.
Ahora que algunos piden que tengamos que volver a vivir en la intimidad, es el momento, quizá, de suplicar que nos lo devuelvan. “Al final, las obras quedan las gentes se van. Otros que vienen las continuaran: la vida sigue igual”. En plena era Scruff o Grindr, se puede seguir ligando entre dos porterías: “Y si fracasas bien comprenderás: los buenos quedan, los demás se van. La vida sigue igual”. En eso sí tenía razón Julio Iglesias.