'Aquiles en Esciros', travestismo 'genderless' (y barroco) en el Teatro Real: un divertimento para reinas

La superestrella de los contratenores, el argentino Franco Fagioli, canceló por enfermedad. El joven sevillano Gabriel Díaz le sustituyó a última hora y se consagró en el principal teatro de ópera de España.

'Aquiles en Esciros', travestismo 'genderless' (y barroco) en el Teatro Real: un divertimento para reinas
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

17 febrero, 2023
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La pandemia del covid paró el mundo. Y en el caso de Aquiles en Esciros, esta desconocida y preciosa ópera barroca, fue literal. Hace tres años, el ensayo general estaba programado para el mismo día que nos confinaron en nuestras casas, y el decorado se quedó, intacto, en el escenario del Teatro Real. Y así estuvo hasta el día que el coliseo reabrió sus puertas para anunciar que sería la primera casa de ópera del mundo en volver a la vida. Lo hizo con una ya histórica Traviata, y su presentación a la prensa fue entre ese mismo universo mitológico griego en el que –ahora sí– se desarrolla esta trama amorosa entre héroes guerreros (travestidos), princesas y príncipes (también travestidos).

Todo eso fue recordado al comienzo de la función por Iñaki Gabilondo, que leyó –magistralmente, como siempre– un precioso discurso, escrito por él, en el que recordó todo lo que hemos pasado, y cómo el Real supo resurgir del drama y ser un faro cultural en todo el mundo. Comenzaba bien la noche.

La obra, que se estrenó en el desaparecido Real Coliseo del Palacio del Buen Retiro en 1774, es una ‘ópera dramática en tres actos’, aunque en estas funciones se representa en dos partes, con un descanso en la mitad del segundo acto. Un divertimento más de una corte entonces cultivada, con una reina, Isabel Farnesio, como gran mecenas de la música. El libreto narra la historia de Aquiles, cuya madre, para evitar su muerte, decide ocultarlo en la corte del rey Licomede, en la isla griega de Esciros.

Para ello tiene que ir travestido y se hace pasar por una mujer llamada Pirra. Allí se enamora de Deidamía, hija del rey de la isla. Pero resulta que como mujer es tan tremendamente atractiva que el novio de su amada, el príncipe Teagene (interpretado por una soprano travestida de hombre, la maravillosa Sabina Puértolas, otra de las grandes triunfadoras de la velada), se enamora de él… El enredo está servido.

Y todo este enredo de Aquiles en Esciros fue un encargo de la corte de Felipe V para conmemorar la boda de la hija del primer rey Borbón de España e Isabel Farnesio, la infanta María Teresa Rafaela. Se casaba con el delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV.  El enlace se celebró el 25 de febrero de 1745, y con este matrimonio real se selló la reconciliación entre Francia y España después del fallido matrimonio de Luis XV con María Ana Victoria, infanta de España. Este hecho histórico está presente en la producción con una licencia de la directora de escena francesa Mariame Clément, que incorpora a la familia real española en la trama, desde antes de la obertura, con una serie de personajes que no existen en la ópera.

'Aquiles en Esciros', travestismo 'genderless' (y barroco) en el Teatro Real: un divertimento para reinas

El contratenor Gabriel Díaz, Aquiles, travestido como Pirra, y la soprano Francesca Aspromonte, Deidamia. [Fotos Javier del Real]

El travestismo y la ópera son un matrimonio que va de la mano desde hace más de cuatrocientos años, cuando nació este género de teatro musical. Ahora, en plena reivindicación de la estética genderless y de la ruptura de los roles de género, a muchos les puede sorprender saber que en el Barroco –y en las puritanas cortes europeas de la época– esto era un poco el pan de cada día. En esta producción queda, aún si cabe, más patente.

Si estas líneas se hubieran firmado antes que se impusiese la dictadura del ‘lenguaje elegetebeicuplús correcto’ –que como se vuelva contra nosotros nos va a dar más de un disgusto–, podríamos decir que a nivel escénico esta función es una sutil y deliciosa mariconada barroca, llena de inteligentes y divertidos guiños en la dirección de actores y puesta en escena. Como ya no podemos escribir esto por el miedo a ser quemados en la plaza mayor deTwitter, pues decimos que la regista sube al escenario esta trama mitológico-travesti con un gran sentido del humor. Pero también con un gran conocimiento de la cultura queer actual, trasladada de una manera muy ingeniosa al universo barroco en el que fue concebida, respetando la estructura original. El final, con un guiño de boda real dieciochesca en esa gruta mitológica griega que es el decorado en el que se mueven los héroes durante toda la escena, es una prueba más de ello.

En el programa de mano, Clément afirma: «Eso de que el héroe más viril de la guerra de Troya aparezca disfrazado de mujer no podía ser más que un sarcasmo hilarante […]. Después de esto, que nos digan si la ópera merece tantas etiquetas de antigua, elitista y rancia, o si resulta que tendremos que reconocer que la ópera es realmente la que ha inventado lo queer«.

'Aquiles en Esciros', travestismo 'genderless' (y barroco) en el Teatro Real: un divertimento para reinas

Las sopranos Francesca Aspromonte (Deidamia) y Sabina Puértolas (el príncipe Teagene) en un momento de la función. Tras ellas,la actriz Katia Klein en el papel la novia, infanta María Teresa Rafaela, hija de Felipe V, que no existe en la ópera y es una licencia de la directora de escena.

Pese a que no lo parezca, esta obra cantada en italiano y con este argumento es una ópera española. Y estamos ante una recuperación de la partitura de un músico que fue crucial en nuestro país en unos años de una intensa e importantísima actividad musical, que se miraba de tú a tú con la vida cultural europea. Cosrelli era el maestro de cámara de la Capilla Real, y sus aliados eran nada más y nada menos que la reina Isabel de Farnesio y el mismísimo Farinelli, el castrato más célebre del mundo en ese momento, que vivía en la corte exclusivamente para ‘curar la melancolía’ del rey Felipe V.

En el foso –subido y con una gran presencia escénica– está la Orquesta Barroca de Sevilla, bajo la batuta de Ivor Bolton, gran especialista en este repertorio, que sabe sacar todo el partido a esta maravillosa partitura. El contratenor argentino Franco Fagioli, superestrella donde las haya, tuvo que cancelar debido a una inoportuna enfermedad. Una gran pena. Su Aquiles/Pirra era otro de los grandes alicientes de la noche. Para muchos espectadores, el mayor. Y un gran reclamo para la taquilla. Pero por esas mágicas carambolas que ocurren en la ópera, vino in extremis el joven y espléndido sevillano Gabriel Díaz. Como los héroes mitológicos, puede decir aquello de «veni vidi vici». Vino, vio y venció… y conquistó al respetable. Así han comenzado muchas leyendas.

'Aquiles en Esciros', travestismo 'genderless' (y barroco) en el Teatro Real: un divertimento para reinas

El tenor Juan Sancho como Nearco y el contratenor Tim Mead, Ulisse, en un momento de la función.

Como ya hemos apuntado, Sabina Puértolas fue otra de las triunfadoras. La soprano navarra es bien conocida en el Real y logró un nuevo éxito como Teagene. Sus dos arias principales, a telón bajado, fueron las más ovacionadas, y también fue ella quien se llevó los primeros bravos de la noche de estreno. Una noche más de triunfo en esa casa tras las vividas, por ejemplo, junto a Camarena en el memorable L’elisir d’amore de 2019. La soprano Francesca Aspromonte también fue muy aplaudida por su estupenda Deidamia. Al igual que el Ulises del contratenor Tim Mead, que bien podría ceder su outfit de escena para cuando vayamos al Orgullo. El bajo Mirco Palazzi, como Licomede; los tenores Krystian Adam, Arcade, y Juan Sancho, Nearco, completan el sexteto protagonista. El Coro Titular de la casa, dirigido por Andrés Máspero, una vez más, hizo el resto.

«Un hombre interpretado por una mujer se siente sexualmente atraído por una mujer que, en realidad, es un hombre que va vestido de mujer. Y encima es un papel interpretado por un contratenor, que es un timbre de mujer interpretado por un hombre… ¿Alguien da más?», nos dijo Joan Matabosch, director artístico del Real cuando le preguntamos por esta obra hace tres años con motivo de su recuperación.

Realmente, es difícil ser más genderless en esos años del Barroco español y en la primera corte de los Borbones en nuestro país. Porque romper hoy con las etiquetas de género es, sin duda, mucho más fácil. Tiene razón Clément cuando dice, hablando de Aquiles en Esciros, que «la ópera ha inventado lo queer«. Hace treinta años habríamos dicho las ‘mariconadas’, pero hoy no sería políticamente correcto y nos freirían en Twitter como entonces quemaba la Inquisición. Pero al final, lo de menos es cómo se diga, lo importante es que se haga. Y que se haga bien.

[Como anécdota resaltar una curiosidad. Si esta obra se estrenó como un divertimento de corte, para las reinas y princesas, hoy fue otra reina, en este caso del cuore, quien levantó expectación tanto dentro como fuera de la sala: Isabel Preysler, que fue con su hija Tamara Falcó al que hasta ahora era territorio de su ex, Mario Vargas Llosa, miembro del Patronato del Real. Los flashes y los coches esperando fuera demuestran que el tiempo pasa…, pero las reinas siguen disfrutando con las mismas cosas.]

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