Sé que en estos momentos es imposible decirte nada que pueda animarte. Tú misma lo has dejado muy claro: «Se apagó mi vida». Lo que has vivido –lo que estás viviendo– con tu hijo, Álex, es un drama sin paliativos. No hay nada que pueda calmar un dolor como el que estás sintiendo. Pero quiero que sepas que nosotros –de una manera completamente diferente, por supuesto– también estamos muy tristes. Y por una razón fundamental: te sentimos como algo nuestro. Por ello, tu Álex también es, en cierta manera, un poco ‘nuestro Álex’. Querida Ana Obregón: formas parte de nuestras vidas. Y sí, lo digo muy claro: ojalá España tuviera muchas más ‘anasobregones’. Las necesitamos, y seríamos mucho mejores y más felices.
En unos momentos tan duros como estos – doblemente duros, por no poder despedirte de tu hijo como todo ser humano querría poder hacer–, quiero que sepas que te queremos. Que te quiero. Cuando volviste de Estados Unidos con Álex, dijiste una frase terrible en ¡Hola!: «La Ana Obregón artista ya no existe, ya solo queda la madre. La primera se fue y no creo que vaya a volver nunca más». Es normal que lo pienses, y que lo digas. Pero también quiero que sepas que no queremos que eso ocurra nunca. Aunque lo entendemos.
Los que te conocemos sabemos lo buena, generosa, cariñosa y divertida que eres. Por eso, repito, ¡ojalá hubiera muchas más ‘anasobregones’ en nuestro país. Quiero que lo sepas, y que lo tengas muy claro: nos has ayudado a ser más felices. Como cuando estuviste en los Premios Shangay y desplegaste esa (maravillosa) sonrisa tuya. Con esa foto abrimos esta carta de amor que te dedicamos.
Jorge Javier Vázquez, Ana Obregón y Boris Izaguirre en Joy, en los Premios Shangay de 2015.
Eres un Icono de nuestro país. Así, con dos ovarios, y en mayúscula. Vamos a decirlo claro. Los que tenemos una edad nos enamoramos de ti en los ochenta. Entraste en nuestras casas en aquel magazín de TVE, tan de la época, que se llamaba Esta noche… Pedro. En ese programa de viernes por la noche presentaste el primer telediario divertido que hubo la tele española: Pirulí que te vi.
Esa es la prueba del algodón. Si recuerdas esa permanente de Ana Obregón en los ochenta, es como si te gusta Abba, Barbra Streisand, Julie Andrews, Liza Minnelli o Cher No hay duda: eres marica. Por eso eres historia de España. Los moldeados han pasado de moda; tú no.
Luego ya, llegó la leyenda: las paellas con Spielberg o Stevie Wonder. Tus romances con Miguel Bosé y Alberto de Mónaco. ¡Eras la envidia de todas las maricas de finales de los ochenta y principios de los noventa! Las campanadas de Fin de Año en la Puerta del Sol, el ¿Qué apostamos?… Imposible enumerar todo. Todos los millennials y centennials deben tener muy claro que eres historia de España. Sobre todo los segundos, porque los primeros, los millennials, han crecido bajo el paraguas de Ana y los 7.
Tú misma recordaste hace muy poco cómo viviste esos años de Hollywood: «Yo tenía una ilusión horrible con ir a los Oscar, ir a la cena que hay solo para los nominados y premiados. Por suerte conocía al cocinero y le dije ¿no te importa colarme por la cocina? Me dijo: ‘Sí, pero la cena es a las diez de la noche, tienes que venir a las doce de la mañana antes de que pongan la seguridad’. Estuve allí, con mi vestido, desde las doce de la mañana. Salí oliendo a todo, ¡pero estuve con todo el mundo! Y me senté en la mesa con Stevie Wonder, que le habían dado un Oscar por no sé qué, y estuve de charleta con él toda noche. Cuando venía alguien que me podía echar, me enganchaba a él. ¿Sabes qué pasa? Que la vida hay que buscársela». Contigo se hace más cierto que con nadie ese famoso dicho: si no existiera Ana Obregón, habría que inventarla.
Efectivamente, la vida hay que buscársela. Y son muchos quienes puedan pensar que tú, por ser una ‘niña bien’ lo has tenido más fácil. Están en un gran error. Has sido una mujer valiente que, en unos años mucho más complicados que estos, sacaste adelante un hijo casi como madre soltera. Muchas mujeres vieron en ti que eso, ser ‘madre soltera’, no era un delito. Que incluso las ‘niñas bien’ podían serlo. Y salir en las revistas de la ‘gente bien’.
Es por eso por lo que todos consideramos que Álex es (me niego a hablar en pasado) un ‘poco nuestro’. Lo hemos visto crecer, cómo mordía las alcachofas de los periodistas, en unos años en los que nos odiaba, para luego, comprender, gracias a ti, que formábamos parte de su vida. Por eso, quienes te queremos hemos pasado estos últimos años con angustia, viendo tu sufrimiento, que también era un poco nuestro.
Lo que estás viviendo es una tragedia que nadie ni nada puede paliar. Y lo que vas a vivir, tampoco. Pero quiero que sepas que te queremos. Te quiero. Te conozco desde principios de los noventa, en mis años de Supertele. Y luego con aquellas portadas maravillosas (sobre todo en Navidad) que nos hacías para TP. Luego nos volvimos locos y recuperamos tu posado en biquini para la portada de Semana. Lo hicimos con nuestro querido Dani El Kum. Pobre Dani, otra persona con tan injusto final… Eres la persona más maravillosa para hacer locuras y, con ellas, ayudar a quien lo necesita. Sobre todo si esa persona es tu amiga.
Por eso, en estos momentos, queremos –quiero– intentar devolverte esa ayuda. Quiero que sepas que te queremos, que te sientas como nuestra. Que no estás sola y que Shangay es tu casa. Y que tenemos muchas cosas pendientes por vivir. Creo que dices convencida eso de que «la Ana Obregón artista ya no existe». Por eso queremos –quiero– que sepas que la Ana Obregón amiga tiene una casa en Shangay. No es mucha ayuda en momentos como estos. Pero es todo lo que podemos darte porque, insistimos: te queremos (y mucho).