El arte siempre ha sido la mejor arma de resistencia, visibilidad y amor. La música se convirtió en un elemento clave de inspiración para aquellas personas queer que, tal día como hoy hace 50 años en The Stonewall Inn, supieron sobreponerse a quienes intentaban violar su espacio de libertad por la fuerza.
The Stonewall Inn, en el West Village de Nueva York, era un lugar de encuentro, de baile, de lagoteo. Un refugio en que cualquier miembro de la comunidad LGTB era bienvenido, en el que se le invitaba a actuar con libertad cuando no era tan fácil como hoy hacerlo en cualquier espacio. Y fue un tema que hablaba, en clave fantástica, idílica y romántica, el que se convirtió en el himno que siempre asociaremos a las revueltas de Stonewall.
No imaginaríamos de primeras que Over The Rainbow de Judy Garland, una canción grabada treinta años antes por la diva para la banda sonora de El mago de Oz la que inspiraría a tantas personas a sentirse orgullosas de su condición, de su manera de ser y actuar. Pero refleja a la perfección el espíritu pacífico de Stonewall. Allí se resistió y se plantó cara a los homófobos, pero siempre en busca de paz más allá del arcoíris, nunca deseando responder con violencia.
Años después, la explosión de la música disco comenzó a generar muchos más himnos que fueron nutriendo la banda sonora de nuestro Orgullo. Y aunque había gente que la despreciaba porque glorificaba el hedonismo, propició la liberación en la pista de baile. Sus detractores eran los mismos que en 1972 habían menospreciado esa celebración de la cultura queer que fue Cabaret, de Bob Fosse, la cinta que consagró a Liza Minnelli –hija de Judy Garland– como icono gay –hoy LGTB–.
La revolución disco nos trajo la música de Village People –más gays, imposible–, nos regaló himnos como You Make Me Feel (Mighty Real) de Sylvester, icono precoz del género fluido y el orgullo trans, o No More Tears (Enough Is Enough) de Donna Summer y Barbra Streisand. Se acabaron las lágrimas gritaban, y cientos, miles de gays suspiraban y bailaban eufóricos. Himnos de resistencia, una característica que reforzó la icónica I Will Survive de Gloria Gaynor, para siempre un himno imprescindible en los Orgullos.
Con los 80 llegó la nueva ola británica y la herencia de Stonewall se propagó por el mundo gracias a artistas como Boy George, al frente de Culture Club, Jimmy Somerville, Marc Almond, Holly Johnson (al frente de Frankie Goes to Hollywood) o King, adalides de la ambigüedad, la androginia y el activismo pop. Mientras, en Estados Unidos, el ascenso meteórico de Madonna y Prince daba visibilidad a valientes actitudes que desafiaban los convencionalismos heteronormativos –que realizaban personas abiertamente heterosexuales–.
Tomaron el relevo de David Bowie y fueron más allá. Sobre todo Madonna, que glorificó la cultura gay hasta límites insospechados. Fue –y es– una aliada impagable. Por eso tuvo todo el sentido que inaugurara 2019, el año en que se celebra el 50 aniversario de las revueltas, precisamente actuando en el Stonewall Inn. Algo más que una señal de justicia poética.
I’m Coming Out de Diana Ross inauguró los 80 a golpe de diva disco reivindicando que merecía la pena salir del armario. Las divas siempre se beneficiaban de un altavoz al que no accedían con tanta facilidad los artistas masculinos. Por eso nos hemos acostumbrado a que sean esencialmente voces femeninas las primeras que nos vienen a la cabeza cuando pensamos en himnos que coreamos a voz en grito durante el Orgullo. Son sus canciones las que imaginamos sonando día tras día, año tras año, en The Stonewall Inn.
Pensamos en temas de Grace Jones, algo obvio, pero también merece la pena recordar clásicos de Tracy Chapman, k.d. lang o Melissa Etheridge, porque ellas contribuyeron a una visibilidad lésbica de la que, por ejemplo, Dusty Springfield siempre huyó, incluso cuando colaboró con Pet Shop Boys en los 90. En esos gloriosos 90 llegó también RuPaul, visionaria, con Supermodel (You Better Work). Y Cher se reinventó vía vocoder con Believe. Y Mónica Naranjo rompió muchos esquemas con Palabra de mujer, el disco de pop en español más maricón en mucho tiempo, con permiso de algunas obras maestras de Alaska y Dinarama una década antes.
Cuando Mónica Naranjo publicó Sobreviviré, hace ya más de veinte años, también se produjo uno de esos momentos milagrosos en la historia de la música pop LGTBfriendly. Imposible no relacionar su mensaje con el de I Will Survive, y de ahí la conexión instantánea con el espíritu luchador y reivindicativo de Stonewall. Llovió mucho hasta que llegó Born This Way de Lady Gaga, no por previsible menos emotiva, como ha demostrado el tiempo.
Poco a poco la banda sonora de nuestra vida post Stonewall ha seguido creciendo, con propuestas de Scissor Sisters, Dana International, Arca, John Grant, Troye Sivan, Tegan and Sara, Perfume Genius o Janelle Monáe. Algunos más pegadizos que otros, con mayor repercusión en listas y plataformas de streaming, pero todos con un componente combativo y orgulloso que entronca con el de Stonewall.
Pet Shop Boys, imbuidos del alma de Village People, nos invitaron a ir hacia el oeste en busca de libertad en su inspiradísima versión del clásico Go West. En estos días, nuestro corazón está en la costa este de Estados Unidos, en el corazón del Village neoyorquino, en The Stonewall Inn. Y, por suerte, la lista de reproducción con que podríamos animar el viaje hasta allí duraría muchas horas. Hemos resistido, sobrevivimos y seguiremos añadiendo canciones a esa banda sonora de un Orgullo que no cesa de crecer.