¿Eres amigo de Dorothy? Era así como, en los años sesenta (del siglo pasado), se identificaban entre sí los gays en Estados Unidos. ‘Friend of Dorothy’, se decía en inglés; y también había una forma abreviada (F.O.D.). Pero… ¿quién es Dorothy? ¿Qué tiene que ver con el Orgullo Gay, que es como se llamó en sus inicios? ¿Tiene alguna relación con los sucesos de Stonewall? ¿Por qué están el arcoíris y El mago de Oz metidos en todo este asunto?
Hoy se cumplen 50 años de los sucesos de Stonewall; es decir, medio siglo del nacimiento del Orgullo. Por eso Nueva York es la sede del WorldPride. Todo comenzó allí, en un bar llamado Stonewall Inn, en el West Village, el barrio gay de Manhattan. Fue el 28 de junio de 1969. Y fueron unas travestis las que, hastiadas de la represión policial, salieron a la calle y dijeron ¡basta ya!
Mucho ha cambiado el mundo desde aquel lejano 1969. O quizás no tanto, quién sabe. Fernando Grande-Marlaska –hoy ministro del Interior en funciones del Gobierno de España– recordaba, el pasado octubre en una entrevista con Shangay por nuestro 25 aniversario, cómo fueron los comienzos del Orgullo Gay. En esos años no existían las letras LGTBI. Todo se reducía a gay. Hoy, en 2019, algunas de esas letras no se sienten identificadas con las otras.
“Quizás, no nos identificamos plenamente con todas las letras… Y digo identificar en el sentido de haber tenido todos que pelear un poco por nuestros derechos. Y no, no me gusta la fobia de alguna letra con respecto a otras. Estoy de acuerdo en que no hay la suficiente identificación. ¿A qué me refiero con esto? Pues a que todos hemos tenido que pelear, en mayor o menor medida, por reconocer nuestra dignidad como personas. Y si insisto en lo de la pluma es porque fueron los primeros. Y si recordamos a la gente de Stonewall, es decir, los que se enfrentaron, pues son gente con pluma. Lo vemos en los documentales. Y en España, en la primera manifestación de Barcelona del 77, pues igual. La mayoría lo eran. Fueron ellos los primeros que dieron la cara. Por eso es algo que yo siempre quiero recalcar”, nos decía en el número especial, reivindicando a un sector del colectivo que está injustamente denostado.
¿Qué fue lo que pasó exactamente el 28 de junio de 1969 en ese bar de Nueva York? Pues que un grupo de travestis estaba en su ‘casa’, es decir Stonewall Inn, tomando algo. El día anterior había fallecido la actriz Judy Garland, todo un icono gay. Por eso, los maricas de entonces –que, recordemos, se identificaban entre sí como ‘amigos de Dorothy’, que es el nombre de su personaje El mago de Oz – estaban juntos tomando una copa. En esa maravillosa película, la actriz (una niña prodigio cuando la rodó en 1939) cantaba que detrás del camino de baldosas amarillas estaba el arcoíris. Y que había un lugar para nosotros más allá de ese arcoíris. Es el famoso Over The Rainbow, donde nuestros sueños se pueden hacer realidad… Somewhere over the rainbow, way up high. There’s a land that I’ve heard of once in a lullaby. Somewhere over the rainbow, skies are blue. And the dreams that you dare to dream, really do come true… Eso cantaba Judy en esa joya de película.
El día después de su muerte, la policía entró en Stonewall y cargó contra ‘los amigos de Dorothy’ que estaban en el bar. Pero resulta que, justo ese día, ellos decidieron no callarse y aguantar, sino salir a la calle, con sus plumas, sus pelucas. Y dijeron que no iban a tolerar más represiones, ni más insultos, ni más humillaciones. Ni detenciones. Ese día ‘los amigos de Dorothy’ hicieron que naciera el Orgullo Gay, que hoy cumple 50 años ya rebautizado como Orgullo LGTBI.
Hoy ‘los amigos de Dorothy’ podemos casarnos. No solo somos gays, sino que también hay lesbianas, transexuales, bisexuales, intersexuales, personas no binarias… Hoy tenemos nuestros derechos reconocidos en muchos países. Y también, un día como hoy, la bandera del arcoíris cuelga y ondea en las instituciones públicas de medio mundo gracias a que “los de la pluma” –como recuerda Marlaska– tuvieron los cojones de enfrentarse a la policía de Nueva York en plena calle.
Pero, desgraciadamente, todavía hay muchos países en los que no se puede celebrar un Orgullo LGTBI porque, en esos países, ser LGTBI está prohibido. Y en algunos de ellos incluso pueden ser condenados a pena de muerte, o perseguidos a tiros, como le ocurrió a Majandra, una mujer trans peruana. Y también hoy, cuando la bandera arcoíris ondea en los edificios públicos, muchas personas no pueden sentirse libres por ser como son, por amar como aman o por mostrarse como se quieren mostrar. Incluso por pensar como quieren pensar. Y eso ocurre en las mismas calles en las que están esos mismos edificios públicos que presumen, orgullosos, de esa bandera en la fachada.
Esas personas no pueden ser libres por problemas personales, de acoso familiar, laboral, religioso o social. Porque aunque parece que todo está ganado, siguen existiendo casos en los que la sociedad presiona a una persona para que no lleve la vida que quiere llevar. Hasta en una ciudad como Madrid –que puede presumir de tener el que posiblemente sea el mejor Orgullo del mundo– ocurren cosas así hoy día. Y en otras ciudades de España –que es un país de referencia en temas de derechos LGTBI– también.
Pero lo más triste es que, muchas veces, esos casos de acoso y derribo a quienes son diferentes, o piensan de forma diferente cómo quieren llevar ‘su vida LGTBI’, vienen desde dentro de esas mismas siglas. Esas que tanto llenan las bocas de quienes las pronuncian. Eso hace que el daño sea mayor. Somos muchas veces nosotros mismos los que miramos por encima del hombro a los transexuales, a los que tienen pluma, a los que se sienten no binarios, a los que no responden a un estereotipo o a los que piensan (en cualquiera de los campos de la vida) diferente a lo que pensamos nosotros… Caemos en la agresión, que no solo tiene que ser física, sino que puede ser verbal.
Muchas veces vemos cómo se imparten –o se quitan– carnés de ser pro LGTBI. O se etiqueta como ‘anti’ a personas que podrían dar lecciones magistrales a todos aquellos que hoy día –desde los púlpitos de las redes sociales– pontifican como si fueran el Papa de Roma. Sin saber siquiera que, en 1969, unas travestis fueron quienes empezaron todo…
Pero la impunidad de la que gozan estos terroristas intransigentes desde sus púlpitos digitales, desde los que dan o quitan carnés, no les permitirá nada. La velocidad se demuestra andando. Esperemos que no haya que caminar otros 50 años para llegar más allá del arcoíris. Para ver cómo los sueños de esas travestis, por fin, se hacen realidad.
Por ello, somos muchos esos ‘amigos de Dorothy’ que en 2019, cincuenta años después de Stonewall, seguimos pensando que más allá del arcoíris hay un lugar para ellos, para nosotros. Para todos.
¡Feliz Orgullo!