Relato

Tenía unos espectaculares ojos azul claro y unas perfectas cejas rubias que le endulzaban la mirada...

Entré en la habitación un poco asustado, pero era la primera vez que iba a estar tan cerca de esta mujer de la que conocía toda su vida porque otra persona me la había contado. Me acerqué poco a poco hasta a ella y, cuando estuve al lado de la cama, extendí mi mano y cogí la suya.

Tardé unos minutos en reponerme y pensé en llamar a Fernando simplemente para oír su voz, pero el reloj del móvil de Miguel decía que era la una y treinta y seis de la madrugada y pensé que sería mejor no molestarle....

Fue al poco de venir a vivir Fernando y yo a este piso, cuando una noche, que estábamos recién acostados, empezamos a oír un extraño ruido...

Desperté pasadas las doce del mediodía, desnudo junto a Fernando, en una cama tamaño king size mientras Marc Monerí nos miraba...

Marc nos miró a través de aquellos ojos azules y nos invitó a la habitación del hotel donde estaba hospedado para acabar de contarnos la historia. Nosotros, no sé si por el cava o por aquellos ojos azules, aceptamos.

A ti que vas con esos aires de diva, a ti que miras por encima de tus likes, a ti que disimulas no estar perdida, a ti...

Dicho sea de paso, ninguno de los dos, ni el gato ni su dueño, me hacían el más mínimo caso. Intenté acercarme al felino todo lo que pude...

En lugar de seguir por la calle Progreso giramos, sin saber cómo, por el paseo del Desengaño hasta la glorieta de la Soledad...

El intagramer Jordi Tello escribe un soneto para este fin de semana de otoño.

Es solo cuestión de práctica y, como en todo, cuando más lo practiques, mejor te saldrá.

Una cama de hierro forjado, dos mesitas negras, unas sabanas blancas cubriendo el colchón… El edredón nos llevaba por el cuello.

Allí él abría la puerta, con su actitud tímida y aniñada, y me daba dos besos rápidos ...

Hacía un mes que no sabía nada de Ana, pero el otro día coincidimos en el metro. Y mientras se perdía entre el bullicio de la gente que bajaba, como ella, en la parada de Urquinaona, me lanzó un beso al aire.

El sol estaba a punto de ocultarse en el horizonte frente a nosotros. Ambos habíamos recostado la espalda en la pared de tu azotea.

Una vez salvé a un hombre mayor en una boda. Me creí un héroe...

Él desnudaba Madrid a su paso. De Móstoles a Alcobendas, de Las Rozas a Vicálvaro, no había camisa, tejano o slip que no saliese por su los aires al paso de sus andares.

A él le encanta leerle en alto. Ambos se ponen en posición y ella, con los ojos cerrados, escucha con atención la lectura que él va realizando